La próxima vez que vayas a
ver una película, detente cuando vayas a abandonar el cine y piensa acerca de
lo que acabas de ver. Cuando comiences a describir la película, te pediré que
pares. Puede que vieras la película, pero no era eso lo que estaba allí. Estuviste
en el cine cerca de dos horas, y durante casi todo ese tiempo estuviste mirando
fijamente una pantalla que había delante; pero si te pidiera que me la
describieras, me mirarías perplejo incapaz de responder. Debido a los rayos de
luz coloreada que estuvieron proyectándose todo el tiempo sobre ella, no viste
la pantalla; ni siquiera a pesar de que estaba allí y de que no dejaste de
mirarla. No había gente «real» ni paisajes o eventos allí, en la pantalla,
aunque probablemente la historia y la emoción de la película te atraparon como
si todo ello fuera real, y precisamente por eso vas al cine; y si en algún
momento de la película piensas «esto no es real», probablemente se debe a que
no es una buena película. La proyección de la luz sobre la pantalla causó que
aparecieran personas y lugares y sucesos que parecían reales y que evocaban en
ti respuestas mentales y emocionales; pero en ningún momento viste la pantalla,
que era lo que realmente estuviste mirando durante dos horas y sin la cual la
luz proyectada no hubiera impactado sobre nada y, por tanto, no habrías sido
capaz de ver la película. «Tú» y «yo» somos la película.
David Carse
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