En primer lugar tienes que estar solo. En primer lugar
tienes que aprender a disfrutar de estar solo, a quererte a ti mismo. En primer
lugar sé tan auténtica mente feliz que si no aparece nadie no te importará. Estás
pleno, desbordante. Si nadie llama a tu puerta, no pasa nada, no echas nada en
falta. No esperas que nadie llame a tu puerta. Estás en casa; si alguien viene,
estu pendo. Si no viene nadie, también estupendo. Entonces puedes adentrarte en
una relación. Porque entonces puedes ser el amo, no el mendigo, porque entonces
serás como un emperador, no como un mendigo.
Y la persona que ha vivido sola siempre se sentirá
atraída por otra que también disfruta de estar sola porque los iguales se
atraen. Cuando se encuentran dos amos- amos de su ser, de su estar solo-, no se
produce una suma de felicidad, sino una multiplicación. Se convierte en un
increíble fenómeno festivo. Y no explotan; comparten. No se utilizan
mutuamente. Por el contrario, se hacen uno y disfrutan de la existencia que los
rodea.
Dos persona solitarias siempre están enfrentadas, una
frente a otra. Dos personas que han conocido el estar solas están juntas y ante
algo más elevado que ellas. Siempre pongo este ejemplo: dos amantes normales,
ambos solitarios, siempre están frente a frente; dos amantes de verdad, en una
noche de luna llena, no estarán frente a frente, sino juntos frente a otra
cosa. Alguna vez escucharán juntos una sinfonía de Mozart, Beethoven o Wagner. Otras
veces escucharán junto a una cascada la música salvaje que fluye allí continuamente.
Otras veces, junto al mar, contemplarán el horizonte, hasta donde alcanza la
vista. Cuando se conocen dos personas solitarias, se miran mutuamente, porque
siempre buscan formas y maneras de explotar al otro, de utilizar al otro, de
ser feliz por mediación del otro. Pero dos personas profundamente contentas
consigo mismas no intentarán utilizarse mutuamente. Por el contrario, serán
compañeros de viaje, como en una peregrinación. La meta es muy elevada, está
muy lejos. Los une su interés común.
Por lo general, el interés común es el sexo. El sexo
puede unir a dos personas de una forma momentánea, superficial. Los amantes de
verdad tienen en común un interés más
importante. No se trata de que no haya sexo; puede haberlo pero como parte de
una armonía más elevada. Escuchando una sinfonía de Mozart o Beethoven pueden
llegar a estar tan, tan próximos como para hacer el amor, pero en esa armonía
superior de una sinfonía de Beethoven.
La sinfonía es lo real; el amor forma parte de esa sinfonía. Y cuando surge el
amor por sí solo, sin haberlo buscado, sin haber pensado en él, surge como
parte de una armonía más elevada, con una cualidad completamente distinta. Es
divino, no humano.
Osho