5 de octubre de 2012

ACEPTAR LA SOLEDAD ANTES DE INICIAR UNA RELACIÓN.


En primer lugar tienes que estar solo. En primer lugar tienes que aprender a disfrutar de estar solo, a quererte a ti mismo. En primer lugar sé tan auténtica mente feliz que si no aparece nadie no te importará. Estás pleno, desbordante. Si nadie llama a tu puerta, no pasa nada, no echas nada en falta. No esperas que nadie llame a tu puerta. Estás en casa; si alguien viene, estu pendo. Si no viene nadie, también estupendo. Entonces puedes adentrarte en una relación. Porque entonces puedes ser el amo, no el mendigo, porque entonces serás como un emperador, no como un mendigo.
Y la persona que ha vivido sola siempre se sentirá atraída por otra que también disfruta de estar sola porque los iguales se atraen. Cuando se encuentran dos amos- amos de su ser, de su estar solo-, no se produce una suma de felicidad, sino una multiplicación. Se convierte en un increíble fenómeno festivo. Y no explotan; comparten. No se utilizan mutuamente. Por el contrario, se hacen uno y disfrutan de la existencia que los rodea.
Dos persona solitarias siempre están enfrentadas, una frente a otra. Dos personas que han conocido el estar solas están juntas y ante algo más elevado que ellas. Siempre pongo este ejemplo: dos amantes normales, ambos solitarios, siempre están frente a frente; dos amantes de verdad, en una noche de luna llena, no estarán frente a frente, sino juntos frente a otra cosa. Alguna vez escucharán juntos una sinfonía de Mozart, Beethoven o Wagner. Otras veces escucharán junto a una cascada la música salvaje que fluye allí continuamente. Otras veces, junto al mar, contemplarán el horizonte, hasta donde alcanza la vista. Cuando se conocen dos personas solitarias, se miran mutuamente, porque siempre buscan formas y maneras de explotar al otro, de utilizar al otro, de ser feliz por mediación del otro. Pero dos personas profundamente contentas consigo mismas no intentarán utilizarse mutuamente. Por el contrario, serán compañeros de viaje, como en una peregrinación. La meta es muy elevada, está muy lejos. Los une su interés común.
Por lo general, el interés común es el sexo. El sexo puede unir a dos personas de una forma momentánea, superficial. Los amantes de verdad  tienen en común un interés más importante. No se trata de que no haya sexo; puede haberlo pero como parte de una armonía más elevada. Escuchando una sinfonía de Mozart o Beethoven pueden llegar a estar tan, tan próximos como para hacer el amor, pero en esa armonía superior  de una sinfonía de Beethoven. La sinfonía es lo real; el amor forma parte de esa sinfonía. Y cuando surge el amor por sí solo, sin haberlo buscado, sin haber pensado en él, surge como parte de una armonía más elevada, con una cualidad completamente distinta. Es divino, no humano.

Osho

HAY BESOS...

Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvarío
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.

Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Gabriela Mistral



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