¿Qué es un espíritu
libre?
S.-
Pasemos, pues, al sentimiento religioso. El hombre moderno, que vive
conscientemente en el universo de Einstein y no en aquel de Euclides, ¿no puede
entrar mejor en comunión con la realidad del universo gracias a una conciencia
más experimentada y ampliada de un modo adecuado?
K.-
El que quiera ampliar su conciencia, puede elegir entre las psicodrogas que más
le convengan. En cuanto a entrar mejor en comunión con el universo gracias a
una acumulación de informaciones y de conocimientos científicos acerca del
átomo o de las galaxias, es como decir que una inmensa erudición libresca sobre
el amor, nos hará conocer el amor. Y, por otra parte, a este hombre
ultramoderno, tan al corriente de los últimos descubrimientos científicos, ¿le
habrá servido todo ello para iluminar su universo inconsciente? Mientras en él
subsista una sola parcela inconsciente, proyectará una irrealidad de símbolos y
de palabras por medio de la cual se forjará la ilusión de estar en comunión con
algo superior.
S.-
Sin embargo, ¿cree usted que es posible una religión futura basada en hechos
científicos?
K.-
¿Por qué hablar de una religión futura? Veamos, más bien, lo que es la
verdadera religión. Una religión organizada sólo puede producir reformas
sociales, cambios superficiales. Toda organización religiosa se sitúa
necesariamente dentro de una estructura social. Yo hablo de una revolución
religiosa que sólo puede producirse fuera de la estructura psicológica de una
sociedad, cualquiera que ella sea. Un espíritu verdaderamente religioso está
desprovisto de todo miedo, porque está libre de todas las estructuras que las
civilizaciones han impuesto a lo largo de los milenios. Un espíritu semejante
está vacío, en el sentido de que se ha vaciado de todas las influencias del
pasado, sea colectivo o personal, así como de las presiones que ejerce la
actividad del presente, la cual genera el futuro.
S.-
Un espíritu así, por el hecho de que se ha vaciado de su contenido, que de
hecho lo contenía a él, es extraordinariamente libre...
K.-
Es libre, está vivo y totalmente en silencio. Es el silencio lo que importa. Es
un estado sin medida. Solamente entonces, y no como una experiencia, se puede
ver aquello que no tiene nombre, que esta
ausente; más allá del pensamiento y que es energía sin causa. Si no hay ese
silencio creador, se haga lo que se haga, no existirá en la tierra ni
fraternidad ni paz, es decir, no habrá verdadera religión.
S.-
Todas las religiones preconizan alguna forma de plegaria, algún método de
contemplación a fin de entrar en comunión con una realidad superior, cuyo
nombre, Dios, Atmán, Cosmos, etc., varía. ¿Qué actividades religiosas practica
usted? ¿Reza usted?
K.-
La repetición de fórmulas sagradas calma la agitación de la mente y la
adormece. La plegaria es un calmante que permite vivir en el interior de un
recinto psicológico, sin experimentar la necesidad de destrozarlo, de
destruirlo. El mecanismo de la plegaria, como todos los mecanismos, produce
resultados mecánicos. No existe plegaria alguna que pueda traspasar la
ignorancia de uno mismo. Toda plegaria dirigida a aquello que es ilimitado,
presupone que un espíritu limitado sabe dónde y cómo alcanzar lo ilimitado. Eso
quiere decir que él tiene ideas, conceptos, creencias sobre todo eso y que se
halla atrapado en todo un sistema de explicaciones, en una prisión mental. Lejos
de liberar, la plegaria aprisiona. Ahora bien, la libertad es la esencia misma
de la religión, en el verdadero sentido de esa palabra. Esta libertad esencial
es negada por todas las organizaciones religiosas, a pesar de lo que digan.
Lejos de ser un estado de plegaria, el conocimiento de sí mismo es la puerta de
la meditación. No es ni una acumulación de conocimientos sobre psicología, ni
un estado de sumisión llamada religiosa, en donde se espera la gracia. Es lo
que derriba las disciplinas impuestas por la sociedad o la iglesia. Es un estado
de atención total y no una concentración sobre algo en particular. Al estar el
cerebro tranquilo y silencioso, observa el mundo exterior y ya no proyecta
ninguna imaginación ni ninguna ilusión. Para observar el movimiento de la vida,
el cerebro debe ser tan rápido como la misma vida, estar activo y sin
dirección. Solamente entonces lo inconmensurable, lo atemporal, lo infinito,
puede surgir. Eso es la verdadera religión.Lo
que queda por despertar
S.-
¿Cree usted que un pensamiento colectivo, que una inteligencia colectiva,
habiendo acumulado y sintetizado los últimos logros de todas las ciencias, si
es que ese pensamiento pudiera producirse, estaría en condiciones de guiar a la
humanidad hacia una evolución sana?
K.-
La evolución que conocemos, de la carreta de bueyes al cohete espacial, se ha
debido solamente a una determinada parte del cerebro. Aunque esa parte se
desarrolle millones de veces más, esto no lograría el más mínimo progreso para
el problema fundamental que se plantea la conciencia humana sobre sí misma. Se
desarrollará. Ese proceso es irreversible y necesario. Pero existe otra parte
del cerebro que todavía no está despierta y que desde ahora mismo podemos darle
vida. Ese despertar no es cuestión de tiempo. Es una explosión revolucionaria
que surge en el mismísimo origen de todas las cosas e impide la cristalización
y solidificación -por los residuos del pasado - de una estructura psicológica.
Esa lucidez aborda cada problema a medida que se presenta y, de esa manera, la
importancia del problema se vuelve secundaria. Si no surge, y pervive, esa
explosión de lucidez, que es energía sin causa, y que no es ni individual ni
colectiva, el mundo no conocerá la libertad ni la paz.
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K.-
El silencio, en el corazón mismo de sus enseñanzas, disolvía las barreras: usted no es norteamericano, ruso, hindú o musulmán. Existe aparte de estas
palabras y etiquetas, es el resto de la humanidad porque su conciencia, sus
reacciones, su fe, sus creencias, sus ideologías, sus miedos, ansiedades, soledad,
placer y dolor son similares a los del resto de la humanidad. Si usted cambia,
esto afectará al resto de la humanidad.
Siempre
juntos. Siempre
Positivos
Marcelo
dos Santos