13 de septiembre de 2015

¡ENCIENDE TU LUZ HASTA EL 11!

Cuando alguien te insulta, o te reduce a una cosa, cuando te dan un consejo que no solicitaste, cuando te echan la culpa por su dolor, cuando no te escuchan, y sólo hablan de ellos mismos, cuando te comparan con los demás, cuando te ignoran, invalidan, juzgan o se burlan de tus pensamientos y sentimientos.
Detente. Respira.
Recuerda que es su dolor, no el tuyo. Recuerda que ellos están soñando el único sueño que pueden soñar hasta que despierten. Recuerda que no te conocen a ti, sólo a su propia fantasía.
Tal vez a ellos les resulte demasiado difícil amarse a sí mismos. Tal vez ellos busquen su valía en el exterior. Tal vez ellos estén desconectados de su aliento, de su cuerpo, de su preciosa vitalidad, de su verdadera vocación. Tal vez ellos viven en un mundo dualista donde hay bueno y malo, correcto e incorrecto, éxito y fracaso. Tal vez ellos olvidaron la simple alegría de vivir. Tal vez tú entiendas esto. Tal vez tú has estado donde ellos han estado.
No trates de cambiarlos ahora. Quizás nunca cambien. No intentes corregirlos. Ellos no están pidiendo ser corregidos.  Cuanto más presiones, más se alejarán de ti. No te enredes en su urdimbre de tristezas. Ve con claridad, incluso ten compasión, pero no presiones.
Está bien que ellos se sientan molestos. En verdad que sí. Dales espacio para que se sientan molestos. Está bien que se sientan decepcionados de ti. Dales espacio para que se sientan decepcionados. Está bien que te juzguen. Abre un espacio para sus juicios, también.
¡Dale cabida a tus propios pensamientos y sentimientos!
Permítete sentirte triste, enojado, culpable, desconfiado. Deja que todas esas valiosas energías te bañen por dentro. No te harán daño, si les permites moverse. Sí, conocerás a muchos guardianes en este viaje.
Recorre tu camino de todos modos, y permite que los demás recorran el suyo. No tienes que justificar tu camino, ni defenderlo. Mantente cerca de ti mismo en estos tiempos difíciles. No luches contra la oscuridad; no tiene ningún poder de todos modos. Simplemente enciende tu luz hasta el 11.
Jeff Foster
Fuente: Jeff Foster en español (Facebook)




LAS ARRUGAS DE LA RISA (CUENTO)

Hay gente con la que la vida se ensaña, gente que no tiene una mala racha sino una continua sucesión de tormentas. Casi siempre, esa gente se vuelve lacrimosa. Cuando alguien la encuentra se pone a contarle su desgracias hasta que otra de sus desgracias acaba siendo que nadie quiere encontrársela.
Esto último no le pasó nunca a la tía Ofelia, porque a ella la vida la cercó varias veces con su arbitrariedad y sus infortunios, pero mi tía jamás abrumó a nadie con la historia de sus pesares. Dicen que fueron muchos, pero nadie sabe siquiera cuántos, y menos las causas, porque ella se encargó de borrarlos cada mañana del recuerdo ajeno.
Era una mujer de brazos fuertes y expresión juguetona, tenía una risa suave y contagiosa que supo soltar siempre en el momento adecuado. En cambio, nadie la vio, jamás, llorar.
A veces le dolían el aire y la tierra que pisaba, el sol de amanecer, la cuenca de los ojos. Le dolía como un vértigo el recuerdo y como la peor amenaza el futuro. Un tiempo despertaba a media noche con la certidumbre de que se partiría en dos, segura de que dolor se la comería de golpe. Pero apenas había luz para todos, ella se levantaba, se ponía la risa, se acomodaba el brillo en las pestañas y salía a convivir con los demás como si los pesares la hicieran flotar.
Nadie se atrevió nunca a compadecerle. Era tan extravagante su fortaleza, que la gente empezó a buscarla para pedirle ayuda. ¿Cuál era su secreto? ¿Quién amparaba sus aflicciones? ¿De dónde sacaba el talento que la mantenía erguida frente a las peores desgracias?
Un día le contó su secreto a una mujer joven cuya pena parecía no tener remedio:
“Hay muchas manera de dividir a los seres humanos”, le dijo. “Yo los divido entre los que se arrugan para arriba y los que se arrugan para abajo. Y quiero pertenecer a los primeros. Quiero que mi cara de vieja no sea triste, quiero tener las arrugas de la risa y llevármelas conmigo al otro mundo. Quién sabe lo que habrá que enfrentar allá.”
Ángeles Mastretta D (Mujeres de ojos grandes, Seix Barral, 1990.)
Fuente: zonalibreradio1.wordpress.com


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...