Los Maestros nos dicen que somos: "La radiante e inmortal Luz espiritual, la radiante chispa de lo Divino, un rayo de la Luz de luces que se encuentra más allá de toda oscuridad".
Con una visión parcial de nosotros mismos diremos que la personalidad física, nuestro cuerpo, mente, intelecto, pensamiento, emociones, deseos, sentimientos, etc., son instrumentos necesarios solo para que funcionemos en el plano físico.
Una visión global y elevada tomaría estos instrumentos además existentes, como necesarios, como una ayuda en la lucha para despertarnos a la naturaleza eterna y esencialmente divina. Por lo tanto son valiosos. Son los instrumentos desde los que el Yoga parte en la lucha por la Unión espiritual, para la iluminación y la liberación. Son molestos, porque son fuente de los apegos, desarmonía, conflictos, tanto con nosotros mismos como también con los demás. Son fuente todas las experiencias incluso las que no queremos tener.
Todo lo anterior es eso que constantemente está obstruyendo la conciencia de "yo soy el Ser radiante e inmortal, yo soy la entidad espiritual más allá del cuerpo y la mente, nombre y forma."
Debido a la acción de oscurecer, ellos nos empujan hacia el plano más bajo de lo físico, conciencia del cuerpo y conciencia de la mente. Eso en sí mismo los transforma en serios obstáculos para el desarrollo y manifestación de nuestra conciencia espiritual. Por lo tanto son cargas a ser toleradas y constantemente tenemos que verlas tan solo como envolturas temporarias y rechazarlas.
A la Luz de la Verdad cuando afirmamos el espíritu, nuestra naturaleza eterna, radiante e inmortal, se termina en algún momento cualquier poder que nos oscurezca.
Para superar los muchos factores que se interponen en el camino de esta radiante conciencia espiritual y este constante y positivo estado de luz, poder, gozo, alegría y paz interior, es necesario tomar el poder de la naturaleza que nos rodea y ser conscientes de este poder, dejando de lado el nombre y la forma que lo cubre. Un árbol, una piedra, la lluvia que cae, el viento que sopla, todo lo que alcanzamos a ver, oír, gustar, oler o tocar en este universo, ya sea inmediato o remoto, está impregnado del principio divino.
Practica:
Primero, jamás olvidemos que somos hijos de lo Divino, divinos en esencia. Si lo olvidamos cien veces, rechazamos la idea equivocada y recordamos otras cien veces. Tener un repertorio en la memoria, de dichos, libros sagrados, del Nuevo Testamento o alguna otra escritura, siempre a mano. En cualquier momento poder recordarlos y repetirlos mental o verbalmente. Segundo, hacer lo posible para que la oración sea creativa y poderosa. La oración debe tener como propósito el pedir al Señor que nos mantenga en un estado de conciencia interna, de relación espiritual interna y de comunión con Él;
no para pedir algo que Él haya creado, mas para pedirlo a Él mismo y así también pedir una relación espiritual interior continua, ininterrumpida y viva, de modo que el canal de poder y luz entre Él y vosotros no se bloquee nunca ni se cierre ni se desconecte; para que esté siempre abierto para que haya un constante flujo de Su divinidad y todo lo que ello implica dentro de nuestra propia conciencia. Esta es la práctica sostenida. Entonces no nos faltará nada.
Siempre Juntos. Siempre positivos.
Marcelo dos Santos