No
te puedo tener a mi lado -explicó el príncipe- yo necesito una mujer a la que
mis poetas puedan usar de Musa, una mujer cuya belleza sea celebrada aún por
mis enemigos. Sin embargo es evidente que tenemos un lazo especial: te quiero
mucho, por favor quédate, te haré un lugar detrás del trono donde tu aspecto no
me avergüence, podrás acompañarme y aconsejarme, porque tú eres mi cómplice y
mi mejor amiga, pero yo tengo una imagen que cuidar. La Bruja lo miró con honda tristeza, con el dolor de un ciervo que mira al
cazador que lo hiere, sin entender el motivo que lo impulsa a lastimar a quién
no le ha hecho más daño que existir. Recogió sus últimas pertenencias y le dijo:
el amor no humilla, pero tienes mucho camino que recorrer aún para
comprenderlo. Sé que no soy lo que esperabas, pero soy lo que necesitabas. No
supiste apreciar el regalo maravilloso de habernos encontrado y posiblemente
nunca lo hagas: me iré y no volverás a pensar en mí, me desvaneceré de tu recuerdo
antes de que el sol salga nuevamente ,acorde a la profundidad de tus afectos; estarás
ocupado con tus torneos y admiradores, conquistando pálidas doncellas que
necesiten ser salvadas .Nunca derramarás una lágrima por mí, pero yo tengo
suficientes para los dos, porque fuiste mi bosque y mi taza de té. Te extrañaré el resto de mi vida y siempre lamentaré haber sido para ti la
persona correcta, en el momento incorrecto. Él no hizo nada por retenerla, ni siquiera la escuchó: estaba muy ocupado
contemplando su reflejo en el rubí que adornaba la empuñadura de su nueva
espada.
Fuente: www.facebook.com/elcaminodelahiedra