Uno tiene que curarse
primero. Te andan obligando a disfrutar el momento, a soltar lo que te hace
mal, a dejarte fluir con las circunstancias y a entregarle todo al Universo
para que suceda lo que convenga. Uno primero tiene que curarse. Dejen de
mentirle a la gente rota que todos sabemos que a nadie deja de sangrarle la
herida por poner las patas en el agua y acariciar al perro mientras se les
agradece la existencia a las tostadas que comemos todas las mañanas. La gente
pide magia para que no duela y entonces se lo cree, y después los ves por ahí
sintiendo culpa por no tener los huevos necesarios para salir a bailar y reírse
a carcajadas mientras acaba de enterrar en el medio del pecho al amor de su
vida. Termínenla. La gente rota guarda pedazos de vida que necesita sanar.
Necesitan abrazos que se acomoden como mantas capaces de apretarles bien los
cuerpos hasta que dejen de supurar. Tienen que dejar de supurar. Tienen que
sanar. Están lastimados, no son boludos. No necesitan escuchar lo que hace rato
están tratando de hacer y no pueden. A veces no se puede viejo, no se puede. Es
que la vida a veces duele. Duele. Las pérdidas, los desengaños, los
desencuentros, los abandonos, las decepciones, los sueños frustrados, las
promesas incumplidas... Duele. Todo eso duele. Entonces antes de meter las
patas en el agua y sacarse una selfie acariciando al perro, tienen que sanar. Y
para sanar hay que saber frenar. Mirar lo que nos sacudió el cuerpo y el bocho
y frenar. Frenar para ver, para entender, para reconstruir y también muchas
veces para terminar de destruir. Cortenla con esas boludeces de que el que no
se anima no es valiente, agitando esa pseudo libertad que se supone hay que
poner en marcha porque mañana puede ser que se termine el cuento. Dejen de
molestar a la gente que está haciendo su duelo, que se está encontrando con su
pena con su soledad y sus vacíos. Respeten. No sean mentirosos. Todos sabemos
que a veces simplemente no se puede. No se puede. Esa gente se está sanando. Se
está enfrentando a sus fantasmas y a sus tormentas porque para poder salir a
bailar con la música a todo lo que da, primero hay que saber curarse. Eso es la
vida. Asumirlo es el paso necesario para
poder pararse cuando se pueda y como se pueda. No apuren a la gente. Dejen
que se curen, carajo, Y después quizá sí. Con menos dolor, con la herida ya
sanada y con el cuerpo más liviano, que pongan las patas donde las quieran
poner , que cumplan esa cuenta pendiente por hacer, que llamen a quien tengan
que llamar, perdonar a quien no pudieron perdonar y que si se les canta el culo
le agradezcan al Universo y a las tostadas por todo lo que les da. Pero dejen
que la gente se sane. Dejen que se curen, carajo.
Lorena Pronsky