1 de diciembre de 2009

VER LO REAL YA.


Existe la tendencia a buscar explicaciones a los problemas que se nos presentan en la vida diaria, así como a buscar explicaciones acerca de lo esencial en nuestra naturaleza. Aparecen miles de preguntas, todas ellas vienen de la mente, para saber que uno mismo es lo fundamental, que ningún conocimiento aprendido nos puede dar esa confirmación y tampoco nos dará la satisfacción. Esta duda solo puede ser resuelta por la experiencia, que es confirmada cuando se asoma la vivencia directa y ello ocurre cuando dejamos el funcionamiento rutinario de la mente.
Se reconoce como el si mismo, no puede ser de otro modo. El si mismo es aquí y ahora, no está reglamentado ni por el tiempo ni por el espacio. Sustentarse en lo que digan otros, ya sea por libros o doctrinas, es quedar sin la certeza confirmadora. Al volvernos al si mismo, conocer de si es el principio y el fin de todo.
Cuando el buscador acumula conocimiento, esta actividad se muestra como un primer paso para detectar el si mismo. La mente, como función de la conciencia, aparece con mayor fuerza en la vigilia, aunque también hay funcionalidad en el sueño con sueños, por tanto, mientras exista la mente seremos bombardeados por una infinidad de preguntas, ya que decir mente es decir preguntas e interrogantes.
La búsqueda de conocimiento espiritual es una más entre todas las otras interrogantes que tenemos en la vida. Cuando el buscador espera obtener algo, esta es su principal dificultad, pues mientras dirija la búsqueda hacia las formas que nos rodean no se dará cuenta de la realidad, por muchos eones que pasen. En esta búsqueda espiritual muchos plantean que existe una meta y muestran que ella es la realización del si mismo, otros se devanan los sesos buscando la verdad que se les presenta elusiva, unos recomiendan meditación, otros recomiendan prácticas espirituales variadas como oraciones y cánticos, etc.
Como individuo, como buscador, como entidad, como observador sin juicio, como quieran llamar a quien escribe, señalo que estoy aquí y ahora y no sumergido en el bosque de errores, siempre aquí y ahora. Nada me es ajeno a la vida misma, lo que soy es inefable e incognoscible como existencia real, independiente y autónoma. No dependo de nada ni de nadie, no es posible detallar los atributos luminosos del sí mismo.
Como la persona puedo reflexionar las cosas con tanta lógica como sea posible y de igual modo puedo recurrir a la inteligencia esencial, no de una manera casual, sino asidua y permanentemente. La experiencia tangible de la inteligencia esencial consiste no solamente en saber cómo funciona, sino también en cuáles y cómo son sus acciones cuando la conciencia centralizada no restringe su expresión. Lo esencial fluye momento a momento en un instante eterno, sin tiempo. Saberlo es dejar de aferrarse a la historia.
Se precisa ser lo más claro posible. Si estoy sumergido en el laberinto de lo fenoménico mis apreciaciones estarán siempre condicionadas a los filtros que determine la mente. Estos generan el yo o ego, el cual ha sido alimentado desde los inicios como cuerpo, mente y emoción. En cambio, cuando me asomo a la vida desde el sí mismo, solo me muevo en el presente activo, sin caer en el error que generalmente se presenta cuando el si mismo es confundido con el contenido, y por eso sólo se experimenta directamente el “yo soy”, no el “yo soy esto”, no a través de los contenidos de la vida, sino siendo consciente de qué o de quién los contiene.
En el ahora se puede estar caminando en línea con el flujo de pensamientos y toda la estructura presente que va filtrando lo que se ve paso a paso. En el presente activo hay observación sin juicio y la inteligencia esencial se ha hecho cargo del acontecer. Ese acontecer ocurre sin tiempo ni espacio que pudiera restringirlo. Eso es a lo que se refieren algunos libros sagrados cuando establecen “conócete a ti mismo y conocerás el mundo”. Al ir a la fuente donde comienza todo, se verá cómo la mente recoge las cosas de una manera dual.
El presente activo tiene la siguiente cualidad: en él no hay una persona que se apropie de ese presente, porque si así ocurre, eso implica que es la mente la que ha comenzado su recorrido en la dualidad y así la mirada de nuevo se ha disuelto en el laberinto. Cuando está el presente activo no hay una identidad que pueda conocerlo, sin embargo el si mismo está como presenciador y no como diferenciador ni enjuiciador de la vida en su emanación. El si mismo, aquí en libertad no perdida, es uno con la inteligencia esencial, y, aparte de disolver los movimientos kármicos que quedaban pendientes y que se agotan por su propio ritmo, ya de cara a lo real, nada le es ajeno.
R.Malak
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