En
“El Banquete”, de Platón, dice Sócrates:
“El
hombre que practique los misterios del amor entrará en contacto no con un
reflejo, sino con la verdad en sí. No hay mejor ayuda que el amor para alcanzar
esta bendición de la naturaleza humana.”
Durante
toda mi vida he hablado del amor de mil maneras diferentes; sin embargo, el
mensaje ha sido siempre el mismo. Sólo hay que darse cuenta de algo
fundamental: no se trata del amor que tú consideras amor. Ni Sócrates ni yo
estamos hablando de ese tipo de amor.
El
amor que tú conoces no es más que una necesidad biológica; depende de tu
química y de tus hormonas. Puede cambiar fácilmente: basta un ligero cambio en
tu química, y aquel amor que considerabas la “verdad última” desaparecerá sin
más. Hasta ahora has llamado “amor” al deseo. Hay que tener presente esta
diferencia.
Sócrates
dice: “El hombre que practique los misterios del amor…” El deseo no tiene
ningún misterio. No es más que un simple juego biológico; cualquier animal,
cualquier pájaro, cualquier árbol lo conoce. Por supuesto, el amor que tenga
algún misterio será totalmente diferente del amor al que estás acostumbrado.
“El
hombre que practique los misterios del amor entrará en contacto no con un
reflejo, sino con la verdad en sí.”
Este
amor que se puede convertir en un contacto con la propia verdad es algo que
sólo surge de tu conciencia; no de tu cuerpo, sino de lo más profundo de tu
ser. El deseo surge de tu cuerpo; el amor surge de tu conciencia. Pero la gente
desconoce su conciencia, y de esta manera se perpetúa el malentendido:
confunden el deseo carnal con el amor.
Hay
muy pocas personas en el mundo que conozcan el Amor. Son aquellas que se han
vuelto muy silenciosas, llenas de calma… y que, como fruto de ese silencio y de
esa paz, han entrado en contacto con lo más profundo de su ser, con su alma.
Una vez que entras en contacto con tu alma, tu amor se convierte no en una
relación sino, sencillamente, en tu sombra. Dondequiera que vayas, con
quienquiera que vayas, estás Amando.
Osho