6 de febrero de 2015


DONDE HAY HUMANOS HAY MOSCAS… Y TAMBIÉN BUDAS.

La famosa frase zen: “Donde hay humanos hay moscas… y también Budas” me vino a la mente en las últimas semanas, para recordarme una vez más que no hace falta ir a ningún lado, el maestro está siempre ahí, delante nuestro todo el tiempo. Tomando todas las formas imaginables, y cuando la mente no está como el parabrisas del auto yendo de un lado a otro, pasado, futuro, pasado, futuro, sino simplemente presente, los Budas aparecen por doquier.
El otro día caminaba por una pequeña calle, que si bien se encuentra engarzada en el centro de la ciudad, está poblada de silencio que se mezcla con el olor de los árboles. Disfrutando de sus veredas, y habitantes bohemios de los pequeños cafés que la visten. Aparece un negocio de otro tiempo, una tienda de juguetes, sin embargo es diferente, estos juguetes al único lugar donde pueden enchufarse es a la imaginación. Es una tienda de juguetes exclusivamente de madera.
Uno entra en ese micro mundo de colores cálidos, poblado de habitantes de la infancia donde es recibido literalmente dentro de un cuento. Una abuela de cabellos blancos con un rodete en su cabeza, lentes, un vestido con delantal se acerca, casi es inevitable que el primer pensamiento que se me acerca sea, sentarme en un banquito, con una chocolatada y pedirle que me cuente un cuento. Mientras nos miramos y sonreímos, inevitablemente me quedo observando unas espadas de madera que estaban en un costado, evidentemente se me debe haber iluminado la cara recordando esas espadas de palo de escoba con las cuales pasé infinitas horas, recordando mis luchas contra dragones, ninjas o piratas imaginarios. La abuela comenzó a decirme: “Las espadas no son como las armas de ahora, están llenas de honor dado que el verdadero caballero solamente debía desenvainarla para luchar contra el mal. La espada representa la verdad, que corta y destruye las mentiras, y destruye los enemigos imaginarios para que al final, el caballero habiendo probado su valentía y enfrentando sus propios miedos y dragones descubra el secreto de su corazón.”
La abuela tímidamente, quizás acostumbrada a que no muchas personas se interesen en este tipo de comentarios, me comentó que no me preocupe por ella que podía seguir mirando. Sin embargo, esas palabras simplemente me habían fascinado. Busqué un pequeño instrumento de música, un xilofón y solamente una mirada cómplice bastó para recomenzar otro diálogo mágico.
La abuela me comenta que este xilofón en particular lo habían hecho sin ninguna nota discordante, precisamente porque era para los chicos más chicos. Las notas discordantes, normalmente nos cierran, como en cierta forma están ligadas al dolor, nos suelen llevar hacia adentro, a una introspección del mundo interior. Para los chicos más pequeños, que no están tan identificados, cuando hay tristeza, es su muñeco el que está triste no ellos. Todas esas armonías ligadas a las experiencias más duras humanas se van adquiriendo más adelante y es parte de las experiencias que vinimos a explorar.
En ese instante justo entraron muchas más personas preguntando precios, hablando si la cuna pegaba con el color de la pared de su casa, etc. El mundo volvió a la normalidad, el negocio se convirtió nuevamente en un negocio y me fui con la sonrisa de un buscador de oro casual, cuando encuentra una pepita valiosa en un río del cual no lo esperaba.
Una de las noches siguientes mientras un amigo me llevaba en el auto, me comentaba que él había pasado varios de sus primeros años de vida en el hospital y que él había aprendido lo siguiente: En la vida hay solamente una sola decisión verdadera que podemos hacer. La gente piensa que hay muchas decisiones, pero en realidad hay solamente una: elegir ver las cosas de forma positiva o negativa, porque más allá de esto, no podemos elegir lo que llega a nuestra vida, pero si podemos elegir que vamos a hacer con lo que nos tocó. Yo elegí ver lo positivo y hago lo mejor que puedo con cada momento.
El quizás sabiéndolo o no, acababa de repetir por experiencia propia las mismas palabras que hace miles de años muchos de los seres iluminados nos repiten a través de los tiempos.
Andrés Wu Wei

Fuente: https://lacucharanoexiste.wordpress.com
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