17 de octubre de 2012

EL SUPERMERCADO ESPIRITUAL Y SU EFECTO CENICIENTA.


En este mundo rápido y de consumo, hasta lo “espiritual” se ha vuelto una mercancía atractiva y apetitosa. Vivimos consumiendo todo y nos hemos convertido en consumidores espirituales también. Y no es de extrañarse que el mercado se adelanta a las necesidades del ser humano y logra captarlas y ofrecer justamente lo que necesitan. Una época en que estamos volcándonos hacia lo light, lo fast, lo oriental, lo espiritual, ya podemos ver anuncios en todo lado publicitando comida con posturas de yoga, publicitando felicidad y salud con modelos en meditación, mueblería y decoración zen, consumiendo cosas extrañas a nosotros y a nuestros cuerpos con el cuento de que son “de moda”.
Así tenemos dentro de este gran supermercado espiritual hoy en día toda clase de variedades y opciones para todos los gustos y necesidades. Tenemos yogas como panaderías, yogas de todos los sabores y colores, tenemos reikis como farmacias en cada esquina, spas, limpias, masajes energéticos, regresiones, canalizaciones, sanaciones de toda índole, cursos de autoayuda con resultados rapidísimos, iluminaciones y “maestrías”, en tan sólo 20 días ya podrás gozar de tu título de “maestro”.
La espiritualidad está a tu alcance y puedes accederla de diferentes maneras, diferentes precios, toda una gama de posibilidades, tal como si estuviéramos en un supermercado. Y bueno eso de la “espiritualidad” está de moda, es muy “chic” hacer tal o cual disciplina oriental, está muy “in” saber de la movida esotérica, y así vamos repitiendo patrones pero con otros nombres. Queremos emanciparnos de esta sociedad mecanizada y consumista y caemos en lo mismo pero con el nombre de “espiritualidad”.
Cargados de todo libro de auto ayuda que encontramos, repetimos mantras y afirmaciones mecánicamente sin ni siquiera haber podido primero integrar nuestros sentimientos humanos. Memorizamos y repetimos lo que dicen los otros adoptando verdades ajenas, dando nuestro poder a terceros y perdiendo así nuestra autenticidad, nuestro propio desarrollo y nuestra capacidad creativa.

Lamentablemente somos perezosos y nos gusta que nos den las respuestas ya hechas, nos gusta que nos digan lo que somos y lo que sentimos porque no queremos darnos el trabajo de descubrirlo por nosotros mismos. Es fácil acudir a alguien que te diga qué hacer,…que te dé haciendo, pagar una buena suma de dinero y salir con la receta mágica no?. Pero estas respuestas, estos efectos y esta receta no duran mucho… tienen un efecto Cenicienta. Pasa poco tiempo para volver a sentirnos mal, para volver a sentir dolor, para no encontrar nuestro centro.

¿Cómo es que caemos en esa falta de auto valoración y reconocimiento y llegamos a la adoración de lo externo y ajeno? ¿Y cómo es que no regresamos a nosotros mismos, a buscar ahí donde todo está al alcance y gratis? Porque eso es trabajo, requiere coraje y valentía poder mirarnos adentro y asumir nuestro propio camino con responsabilidad.
Entramos en este mundo espiritual buscando algo diferente, buscando una vida auténtica y nos encontramos consumiendo de un supermercado espiritual con efecto Cenicienta que sólo nos manipula y nos separa de la vida misma.
Tanta espiritualidad ante tantos desafíos actuales de la vida hace que nos separemos de la vida, del cuerpo y de nuestra misión real. Descuidamos y desatendemos nuestra vida humana viviendo en un mundo separado.
Nos quedamos anclados en la estratosfera, en pleno trance sin poder pisar tierra firme y accionar la manifestación de nuestro Ser. Triste espiritualidad que no se hace carne, que se convierte en un escape y en una huida de lo que somos y sentimos.
Gracias a Dios no se puede generalizar, hay quienes ofrecen a través de su experiencia propia, ayuda real. La ayuda real no es la rápida, no está envuelta en repeticiones de lo que dicen los maestros, no está pintada de sobrenatural, no te da recetas mágicas, no juzga sino que respeta y te valora por lo que eres: una chispa única y divina en proceso de evolución.

La ayuda real es la de alguien que te enseña a caminar sin depender de él, que te escucha y respeta tu propio ritmo de crecimiento.
Busquemos un acompañamiento amoroso que no juzgue ni sea causa común, que pueda enseñarnos una herramienta liberadora y no adictiva que resuene con nuestra búsqueda y nuestro camino. Usemos el discernimiento y la intuición cuando estemos en el punto de decidir por nuestro crecimiento personal. No nos dejemos llevar por el consumismo y esa necesidad imperiosa de pertenecer. Seamos auténticos con nosotros mismos y dejémonos guiar por nuestro maestro interno a través de esta búsqueda. Hagamos carne lo que aprendemos y escuchamos, dejémonos de ser máquinas repetidoras de todo cuanto oímos. Entremos a lo nuevo, dejemos lo viejo atrás, filtremos todo cuanto entra en nosotros. Quedémonos con lo que resuena en nuestro corazón, rescatemos lo propio y desechemos lo que no es para nosotros. Empecemos a crear una vida diferente, herramientas propias, métodos de ayuda propios que vibren con nuestra Alma.

¡Vivamos una espiritualidad viva, una espiritualidad en acción!
Susana Guerini

DECIDIR.



Asistente: ¿Soy libre de mi historia?

Sesha: Evidentemente la historia quedó escrita. El planteamiento no es si quedó o no escrita, porque evidentemente historia hay. El planteamiento es: ¿la escribiste tú? ¿Tomaste realmente la decisión de escribirla? Para contestar esta pregunta deberías preguntarte primero: ¿tú tomas la decisión de que tus sistemas (mente, prana y cuerpo) funcionen? O acaso, ¿tomas tú la decisión de que tus hijos te quieran? ¿Tú tomas la decisión de que salga el sol?

Deseamos tomar decisiones; queremos controlar nuestro mundo. Sin embargo, el Vedanta enseña que solamente emergerán posibilidades de decidir sobre situaciones que hagan parte de tu propio karma. Nunca jamás emergerá una opción de decisión que no esté hilada a un pasado. ¿Por qué? Porque la representación de tu propio karma no es más que la misma condición histórica que prevalece en forma de presente en cada instante.
Desde la opción de poder decidir sin la presencia de un componente kármico histórico, habría entonces la posibilidad que “tú” le pidieras a tu cuerpo que en vez de tener un color de pelo tuviese otro. En tal caso tú podrías tomar dicha decisión. Sin embargo, la única decisión que puedes tomar respecto a cualquier acción física o mental es la de creer que eres quien la realiza. Esa opción altamente egoísta es la única decisión que realmente tomas; incluso es la única decisión que crees que tomas, porque realmente tampoco la tomas. Finalmente nada haces “tú”. “Tú” no haces ni que salga el sol ni que él se oculte. “Tú” no decides con tus acciones si la ropa que usas se dañará o no con el uso. “Tú” no tienes la posibilidad de determinar nada, excepto la de creer que determinas algo.

A medida que pasa el tiempo, y si eres profundamente observador de los innumerables eventos que están aconteciendo a tu alrededor, algún día notarás que el universo toma dirección en función de tu karma y que dicha dirección se advierte independientemente de tu propia voluntad. La vida, por lo tanto, no es más que la expresión presente del propio karma, ya sea a nivel individual o colectivo. Nadie decide; el karma simplemente expresa en forma de presente las consecuencias previas de las acciones realizadas.
El ser humano debe obligatoriamente actuar, pues ello es parte inherente de la vida; sin embargo, haciéndolo, cree que es él quien realiza la acción, o cree que es él quien toma la decisión de no hacerla. Tu historia te hace creer que eres “algo”. Recordar tu pasado te hace propietario de él. Evidentemente quien es dueño de su historia es tan inexistente en el presente como la historia misma que recuerda y de la cual se apropia. 

El presente, que no es historia, no tiene dueño, no hay “yo”. Crees que eres “algo”, “alguien”, simplemente porque te recuerdas. Tu error es creer que al ser dueño de tu pasado lo eres también de tu presente. El presente es libre, simplemente ocurre, no depende de ti ni de ninguna decisión que tomes. Si yo te preguntase: ¿qué eres tú sin tu historia?, no podrías responder. Para definirte como un ente particular requieres de la historia, de tu propio pasado. ¿Qué eres tú? No me contestes hablando de lo que fuiste, eso no me interesa. Tampoco me interesa el qué serás. No hablemos de lo que serás ni de lo que fuiste, háblame de lo que eres aquí en este instante y ahora. Eres esa fuerza viva y consciente que no puede definirse. Eres la presencia atenta que sabe sin un entorno limitativo. Eres consciencia sin límites, comprensión pura sin limitante, Eso, es lo que eres. Pero ello solamente se advierte cuando reaccionas de forma sostenida ante el presente.
Si eres diestro en sostenerte reaccionando a las acciones en el presente, notarás que si alguien te pregunta: “¿quién eres?”, podrás contestar sin que alguien conteste, pero serás propietario de la comprensión total de quien afirma: ¡Soy Eso! Habrá respuesta, pero no habrá quién responda; nunca podrás decir: “yo hago”, “yo decido”. Tampoco podrás afirmar “yo tengo libertad”, pues no hay nadie libre, ni nadie que necesite ser libre; no hay esclavitud alguna, excepto la de creer que soy un “yo”. Sin embargo, ante la dificultad de reaccionar con naturalidad ante el presente de forma espontánea, coherente y verdaderamente discernitiva, lo único que puedes hacer es recordarte y así creer que decides. Creas un “yo” en función de lo que puedes reconocer de tu historia, o en función de lo que puedes proyectarte con ella en forma de futuro. A ese “yo” le das el nombre de Jordi, le asignas una familia y te atas a las arandelas históricas que recuerdas. Sin embargo, la pregunta previa es: ¿quién eres?, no quién recuerdas que eres. Tú reaccionas definiéndote a través de tu historia, pues la evocas para contestarme. Pero si, en vez de ello, no evocas los contenidos pretéritos y te sumes en lo que eres, en este instante mismo en que te pregunto, lo único que puedes hacer es quedarte en silencio. No tienes finalmente otra opción que un silencio cargado de presencia viva y no-diferenciada, de presencia intensa y profundamente consciente.
Eso sí es lo que realmente eres. A esa presencia viva, consciente y sin límite le solemos denominar Atman. 
Atman es lo que experimenta y lo experimentado, mientras ello hace sin hacer; tú ni eres libre ni decides nada.

Texto perteneciente al seminario del Bhagavad Gita Estancia Segunda impartido por Sesha en Noviembre del 2003 en Olot (Girona)
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