¿En
qué medida mi camino de búsqueda se ha transformado en una forma de adicción a
mí mismo?
En
la búsqueda de una espiritualidad más profunda es posible que hayamos decidido
ser fieles a nosotros mismos. Algunos, cansados del estilo de vida tradicional,
podemos haber definido que de aquí en adelante viviremos completamente en el
presente y para nuestro bienestar.
Es
posible también que nos hayamos dado cuenta que, en cierto nivel, hemos vivido
una vida falsa, pues hemos estado viviendo según los estándares de nuestros
seres queridos. Puede que hayamos hecho el insight sobre cómo nuestra crianza,
la relación con nuestros padres, abuelos o incluso nuestra cultura influyeron
en la manera de vivirnos. Algunos puede que hayan percibido cómo la noción de
pecado original los hizo sentir con baja autoestima por muchos años. Incluso
podemos habernos dado cuenta cómo mendigábamos el afecto de muchas maneras,
burdas o sutiles, y en ese proceso decidimos ponernos en el centro de nuestra
búsqueda y bienestar. Para los fines de esta reflexión las razones son
irrelevantes.
La
empresa de buscarse a sí mismo o de profundizar en la espiritualidad y el
sentido de la vida puede habernos llevado al callejón sin salida de la adicción
a nosotros mismos, la adicción al consumo de productos espirituales, talleres,
charlas, conferencias, retiros, terapias. A veces, la adicción nos puede llevar
a ir a todas las actividades que nos sacan de nuestra cruda realidad. Algunos
podrían plantear si en alguna medida este camino es una evitación. En este
caso, quiero visitar la posibilidad de haber caído en una adicción a uno mismo.
Esto
es curioso, pues al profundizar en la propia espiritualidad, debiera haber, en
teoría, menos YO. Esto no solo tiene que ver, en parte, con el tiempo dedicado
a la espiritualidad, sino más bien con hacia quién está dirigida la energía y
la atención. Sabemos que a mayor espiritualidad, la persona se encuentra más
conectada consigo misma, más expandida y sensible al entorno y en conexión con
alguna noción de índole espiritual-filosófica más allá de sí mismo. Más
espiritualidad implica una reducción del narcisismo en todas las áreas de la
vida, indica Jorge Ferrer, experto en diálogo interreligioso.
Si
uno observa con atención a las personas involucradas en estos caminos (así como
a uno mismo), hay veces en que podremos constatar la presencia de una especie
de “ego espiritual”: el cultivo de una imagen de mí mismo con conceptos
espirituales. Este ego espiritual se manifiesta algunas veces a través del uso
de ciertos códigos como lenguaje especial, la ropa característica de un grupo,
un corte de pelo particular…
La
espiritualidad tiene relación con una forma de experimentar las realidades más
allá del ego, así como con una transformación gradual o radical de mi
experiencia cotidiana. El mencionar el “ego” en los círculos espirituales está
de moda, y se ha transformado al mismo tiempo en un tabú: el ego del gurú, el
ego del maestro, el ya tener un ego parece ser considerado un pecado mortal. Y
el asunto es que todos tenemos un ego, más o menos fuerte, más o menos
evidente, más o menos burdo o sutil, más o menos escondido tras una apariencia
espiritual. Este último caso es el del ego espiritual; intentamos cubrir
nuestras heridas y carencias mostrando al mundo una forma exterior, una carcasa
teñida de paños de colores, palabras y símbolos religiosos.
Con
esto sólo quiero constatar el hecho, y si estás leyendo esto y te hace sentido,
puedes preguntarte hasta qué punto te sientes identificado. ¿En qué medida la
imagen que proyecto hacia afuera busca generar un efecto en la opinión de los
demás? ¿En qué grado me he comprado la idea de que ahora estoy más evolucionado
que antes por tener una práctica espiritual o vestir de una manera particular?
La espiritualidad es
vertical, es una relación conmigo mismo y lo superior.
Por otro lado, es horizontal y se manifiesta en mi relación con los demás. La dimensión vertical es privada y me
conecta con mis imágenes interiores y mi sabiduría, mientras que la horizontal
me pone en relación con las personas, los demás seres encarnados y con mi
entorno. Generalmente, quien se encuentra en la adicción a sí mismo ha
potenciado la espiritualidad vertical y ha descuidado la espiritualidad
horizontal. En la adicción a sí misma,
la persona se encuentra embriagada por sus estados interiores y el culto a sí
misma.
La espiritualidad actual
implica un equilibrio entre adentro y afuera, y el sentido siempre involucra a
otros a quienes las consecuencias de mi trabajo y acciones en el mundo afectan.
La vida es sabia y encontrará medios hábiles para despertarnos de este
autoengaño.
Felipe
Landaeta Farizo (Psicólogo, Doctorado en Psicología Transpersonal, Facilitador
de Respiración Holotrópica y Diplomado en Constelaciones Familiares).
"El ego es la
individualidad artificial creada por la familia y la sociedad. Tú jaula
mental." Alejandro Jodorowsky