19 de febrero de 2015

EGO ESPIRITUAL.

¿En qué medida mi camino de búsqueda se ha transformado en una forma de adicción a mí mismo?
En la búsqueda de una espiritualidad más profunda es posible que hayamos decidido ser fieles a nosotros mismos. Algunos, cansados del estilo de vida tradicional, podemos haber definido que de aquí en adelante viviremos completamente en el presente y para nuestro bienestar.
Es posible también que nos hayamos dado cuenta que, en cierto nivel, hemos vivido una vida falsa, pues hemos estado viviendo según los estándares de nuestros seres queridos. Puede que hayamos hecho el insight sobre cómo nuestra crianza, la relación con nuestros padres, abuelos o incluso nuestra cultura influyeron en la manera de vivirnos. Algunos puede que hayan percibido cómo la noción de pecado original los hizo sentir con baja autoestima por muchos años. Incluso podemos habernos dado cuenta cómo mendigábamos el afecto de muchas maneras, burdas o sutiles, y en ese proceso decidimos ponernos en el centro de nuestra búsqueda y bienestar. Para los fines de esta reflexión las razones son irrelevantes.
La empresa de buscarse a sí mismo o de profundizar en la espiritualidad y el sentido de la vida puede habernos llevado al callejón sin salida de la adicción a nosotros mismos, la adicción al consumo de productos espirituales, talleres, charlas, conferencias, retiros, terapias. A veces, la adicción nos puede llevar a ir a todas las actividades que nos sacan de nuestra cruda realidad. Algunos podrían plantear si en alguna medida este camino es una evitación. En este caso, quiero visitar la posibilidad de haber caído en una adicción a uno mismo.
Esto es curioso, pues al profundizar en la propia espiritualidad, debiera haber, en teoría, menos YO. Esto no solo tiene que ver, en parte, con el tiempo dedicado a la espiritualidad, sino más bien con hacia quién está dirigida la energía y la atención. Sabemos que a mayor espiritualidad, la persona se encuentra más conectada consigo misma, más expandida y sensible al entorno y en conexión con alguna noción de índole espiritual-filosófica más allá de sí mismo. Más espiritualidad implica una reducción del narcisismo en todas las áreas de la vida, indica Jorge Ferrer, experto en diálogo interreligioso.
Si uno observa con atención a las personas involucradas en estos caminos (así como a uno mismo), hay veces en que podremos constatar la presencia de una especie de “ego espiritual”: el cultivo de una imagen de mí mismo con conceptos espirituales. Este ego espiritual se manifiesta algunas veces a través del uso de ciertos códigos como lenguaje especial, la ropa característica de un grupo, un corte de pelo particular…
La espiritualidad tiene relación con una forma de experimentar las realidades más allá del ego, así como con una transformación gradual o radical de mi experiencia cotidiana. El mencionar el “ego” en los círculos espirituales está de moda, y se ha transformado al mismo tiempo en un tabú: el ego del gurú, el ego del maestro, el ya tener un ego parece ser considerado un pecado mortal. Y el asunto es que todos tenemos un ego, más o menos fuerte, más o menos evidente, más o menos burdo o sutil, más o menos escondido tras una apariencia espiritual. Este último caso es el del ego espiritual; intentamos cubrir nuestras heridas y carencias mostrando al mundo una forma exterior, una carcasa teñida de paños de colores, palabras y símbolos religiosos.
Con esto sólo quiero constatar el hecho, y si estás leyendo esto y te hace sentido, puedes preguntarte hasta qué punto te sientes identificado. ¿En qué medida la imagen que proyecto hacia afuera busca generar un efecto en la opinión de los demás? ¿En qué grado me he comprado la idea de que ahora estoy más evolucionado que antes por tener una práctica espiritual o vestir de una manera particular?
La espiritualidad es vertical, es una relación conmigo mismo y lo superior. Por otro lado, es horizontal y se manifiesta en mi relación con los demás. La dimensión vertical es privada y me conecta con mis imágenes interiores y mi sabiduría, mientras que la horizontal me pone en relación con las personas, los demás seres encarnados y con mi entorno. Generalmente, quien se encuentra en la adicción a sí mismo ha potenciado la espiritualidad vertical y ha descuidado la espiritualidad horizontal. En la adicción a sí misma, la persona se encuentra embriagada por sus estados interiores y el culto a sí misma.
La espiritualidad actual implica un equilibrio entre adentro y afuera, y el sentido siempre involucra a otros a quienes las consecuencias de mi trabajo y acciones en el mundo afectan. La vida es sabia y encontrará medios hábiles para despertarnos de este autoengaño. 

Felipe Landaeta Farizo (Psicólogo, Doctorado en Psicología Transpersonal, Facilitador de Respiración Holotrópica y Diplomado en Constelaciones Familiares).

 "El ego es la individualidad artificial creada por la familia y la sociedad. Tú jaula mental." Alejandro Jodorowsky
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