17 de mayo de 2013

LA TOTALIDAD DE LA VIDA.


Solía trabajar como voluntario en un asilo y pasé algún tiempo con personas que se encontraban en la fase final de sus vidas. Muy a menudo, los pacientes me confesaban que sólo hasta ese momento, cuando el telón había estado a punto de caer, habían abierto realmente sus ojos a esta representación teatral. Sólo entonces, habían empezado a apreciar la hermosura de la vida y a darse cuenta de que siempre había sido así. Muchos de ellos hablaban de sus remordimientos. Remordimiento por no haber vivido la vida al máximo. Remordimiento por no haber amado lo suficiente, por haber reprimido sus sentimientos por miedo al rechazo. Lamentaban no haber sido más honestos y abiertos en sus relaciones con los demás. Se arrepentían de haberse esforzado demasiado hasta que enfermaron, persiguiendo un futuro que nunca llegó y que nunca iba a llegar. Si tan sólo hubieran sabido que la vida tenía otros planes reservados para ellos, hubieran podido abrir sus ojos mucho antes.

Algunos de ellos empezaron a explorar realmente la vida cuando sintieron que se les arrebataba el tiempo. Ya no tenían tiempo de vivir de esperanzas y sueños, sólo tenían tiempo para vivir. Algunos adoptaron el arte, otros aprendieron a tocar un instrumento o a cantar o a bailar por primera vez. Una mujer que conocí tuvo el valor para grabar su primer álbum. Toda su vida se había estado escondiendo, cantando en la ducha cuando estaba sola, protegiéndose del ridículo y del rechazo. Pero ahora, en sus últimas semanas de vida, cuando ya no tenía nada que perder, cantaba con todo su corazón, como si nadie pudiera escucharla, como si ya hubiera muerto y no tuviera nada que temer. El ridículo y el rechazo ya no eran más sus enemigos.

Un día estaba jugando ajedrez con una paciente. Apenas nos dirigíamos la palabra mientras jugábamos. Su cabeza estaba rasurada, obviamente se encontraba muy débil después de meses de haber recibido quimioterapia. Estuvo tan presente conmigo por una hora o más, que nos sentimos realmente juntos. Ella simplemente estaba en el aquí y el ahora, maravillada por la vida, tan fascinada con todo, como un bebé recién nacido. "Jaque mate," me dijo con una sonrisa, mientras arrinconaba a mi rey. Ella murió esa noche, pero durante ese juego había estado más viva que nunca, más abierta a la experiencia, más enamorada del momento presente, que mucha gente que aún tenía otros cincuenta años por vivir. El estar presente no tiene nada que ver con el tiempo. ¿Por qué a menudo necesitamos de situaciones extremas para hacernos conscientes de la magia y del misterio de la vida? ¿Por qué esperar hasta nuestros últimos días para descubrir la profunda gratitud por la vida misma? ¿Por qué nos agotamos a nosotros mismos en la búsqueda del amor, la aceptación, la fama, el éxito, o la iluminación espiritual en un futuro? ¿Por qué trabajamos o meditamos al borde de la tumba? ¿Por qué posponemos nuestra vida? ¿Por qué nos ocultamos de ella? ¿Qué es lo que exactamente estamos buscando? ¿Qué es lo que estamos esperando? ¿A qué le tememos? ¿Esa vida que tanto anhelamos, llegará en el futuro? ¿O es que siempre ha estado más cerca de lo que creemos?

Los seres humanos parecen ser los únicos dentro de todos los organismos del planeta que dañan y matan a otros seres humanos no sólo para protegerse físicamente, no sólo para conseguir alimento y territorio, sino que también por defender sus imágenes. Matamos en nombre de cualquier tipo de imagen —ideología, filosofía, sistema de creencias, caminos espirituales, visiones del mundo. Matamos en nuestros intentos de crear nuestra imagen del cielo sobre la tierra, para imponer nuestra imagen del mundo sobre otros seres humanos que no son como nosotros. Matamos en nombre de imágenes de la realidad, imágenes sobre la verdad y la falsedad, imágenes de quienes somos y quienes son los demás en relación con nosotros —imágenes que rara vez, o nunca, corresponden a la realidad. ¿En dónde puede terminar esta violencia?

Hoy en día está de moda hablar del cambio de consciencia humana que se está dando en el planeta —la idea de que los seres humanos están en el proceso de encontrar algún estado más elevado de consciencia. Pero en su lugar, creo que lo que realmente estamos haciendo es desarrollar una nueva y mayor consciencia acerca de la locura humana. Estamos más conscientes que nunca de que nuestras formas antiguas de hacer las cosas ya no funcionan. Nuestras viejas suposiciones acerca de lo que somos, nuestra forma dual de pensar, nuestra mentalidad de nosotros-ellos no nos ha conducido a la paz, ni a la paz en el mundo, ni a la paz en general y tampoco a la paz dentro de nosotros mismos. Todo lo contrario. Las guerras, el genocidio, la opresión y la violencia siguen ocurriendo en este mismo momento en el que el sistema financiero mundial se encuentra al borde del colapso (y algunos dirían que ya ha colapsado), y cuando las más grandes potencias están enfrentando una deuda terrible. El desastre ecológico se cierne en el horizonte. Y los humanos están experimentando niveles record de depresión, ansiedad y estrés.

El mundo siempre ha estado loco, pero hoy en día, somos más conscientes de esa locura. Por primera vez en la historia de la humanidad, la información acerca del estado del mundo está disponible casi en todos los lugares que tienen acceso a una computadora. También es probablemente cierto decir que estamos más desesperados que nunca por encontrar una salida.

Si en cierta medida, cada uno de nosotros no se enfrenta a su propio presente y sana la locura y la violencia y la separación ahí mismo, no tendremos esperanzas de encontrar una manera de salir de la locura colectiva humana. Si podemos encontrar dentro de nuestra propia experiencia, en dónde empieza la violencia, el sufrimiento, la separación de la vida y la separación para con los demás, y si podemos ver con claridad y entender el sufrimiento que creamos para nosotros mismos, entonces también seremos capaces de ver cómo es que generamos sufrimiento a los demás, a nuestros seres queridos, a nuestras ciudades, a nuestros países, a nuestros continentes, a nuestro planeta. La violencia comienza y termina en ti. Reconocer esta verdad nos lleva a una completa responsabilidad, en el verdadero sentido de la palabra.
No estoy ofreciendo una salida de la locura de la mente humana, sino una manera de entrar. No estoy realmente ofreciendo ninguna solución al sufrimiento, sino otra forma de ver el sufrimiento —una forma radicalmente nueva de relacionarnos con ello. No tenemos ninguna esperanza de terminar con el sufrimiento —personal o mundial— hasta que entendamos lo que es realmente el sufrimiento en su nivel más fundamental. Y cuando realmente entendamos el sufrimiento, podremos descubrir que la verdadera libertad no se encuentra escapando de la experiencia presente, sino sumergiéndonos sin miedo en sus profundidades ocultas. Allí, tal vez, descubramos toda la paz, el amor y la aceptación profunda que siempre estuvimos buscando "allá afuera".

Ahora, podría sonar egoísta o narcisista enfocarme en mi propio sufrimiento. "¿Quién soy yo como para sentarme aquí y observar mi propio sufrimiento? ¿No debería olvidarme de mí mismo, salir y ayudar a terminar con el sufrimiento del mundo?" Recuerda, cualquier sufrimiento dentro de ti inevitablemente se proyectará hacia afuera. Tú y el mundo son uno, como podremos descubrir. Cualquier cosa con la que estés en guerra dentro de ti, es muy probable que se convierta en una guerra con el mundo. Si hay violencia y separación viviendo en ti, lo llevarás hacia tus relaciones más cercanas, hacia tu familia, hacia tu trabajo, hacia el mundo en general.

El mundo no es sino tu proyección de él, como los maestros espirituales, santos, sabios y místicos a través de las eras nos han estado recordado.
El maestro espiritual Osho habló de la paradoja de mirar profundamente dentro de nuestra propia experiencia en lugar de tratar de terminar con todos los problemas del mundo: "Sí, podría sonar como egoísmo. Pero ¿acaso la flor de loto es egoísta cuando florece? ¿Es el sol egoísta cuando brilla?" De una manera muy extraña, con el fin de ser totalmente altruista, se debe ser totalmente egoísta, se debe estar completamente obsesionado consigo mismo, pero no en la forma que solemos pensar acerca de la obsesión o del egoísmo. Debes sentirte fascinado, curioso, dispuesto a ver a través de la separación, en todas las formas, en medio de tu experiencia presente. Debes estar abierto a explorar el sufrimiento —cómo y por qué se manifiesta en ti, en dónde se origina. Debes estar dispuesto a echar una mirada a tus peores miedos, a tu dolor, a tu tristeza y a tus más profundos anhelos no realizados. Debes estar dispuesto a verlos de frente y encontrar el lugar en el que incluso los aspectos aparentemente más inaceptables de ti mismo puedan ser profundamente aceptados.

La verdadera libertad reside en enfrentar sin temor la oscuridad y finalmente llegar a reconocer que esa oscuridad es inseparable de la luz. Reside en reconocer que aquello que estabas buscando, siempre estuvo oculto incluso dentro de tu peor miedo. Parafraseando a Thomas Hardy, si existe algún camino hacia algo mejor, éste reside en mirar abiertamente hacia lo peor —y encontrar ahí la profunda aceptación. Cuando entiendes cómo se manifiesta en ti el sufrimiento, inmediatamente entiendes cómo se manifiesta en los demás.

A menudo nos enfocamos tanto en nuestras diferencias individuales que no somos capaces de ver que, básicamente, todos somos iguales. Todos sufrimos, y todos buscamos una salida a ese sufrimiento, como el Buda enseñó, cuando observas y entiendes la mecánica del sufrimiento en ti mismo, ganas una profunda compasión para con el sufrimiento de los demás —en el verdadero sentido de la palabra compasión (de com-passio; literalmente, "Yo sufro con").

Cuando veo el dolor como mío, me pierdo en mi burbuja personal de sufrimiento y me siento desconectado de la vida, alejado y solo en mi propia miseria. Pero más allá de mi historia personal de sufrimiento, descubro que el dolor no es realmente mi dolor. Es el dolor del mundo. Es el dolor de la humanidad. Cuando pierdo a mi padre, el dolor que experimento no es mi dolor, sino el dolor de cada hijo. Siento dolor y lo siento junto con cada hijo que algún día perdió un padre. Cuando mi pareja me deja, me convierto en cualquiera que haya perdido a un ser querido. En los rincones más íntimos de la experiencia presente, descubro que yo soy el universo que tanto estoy tratando de salvar, descubro que soy esa compasión que tanto quiero practicar en el mundo. Descubro que soy los demás, con los que tanto deseo conectarme. En las profundidades de lo personal, en medio de las experiencias personales más íntimas y dolorosas, descubro esa verdad impersonal de la existencia, y ahí, soy libre.

Jeff Foster
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