En
retrospectiva me doy cuenta de que hubo gran inteligencia en mis más
de veinte años de depresión. En realidad era la gracia inherente a la vida
la
que me estaba haciendo caer de rodillas. (¡A veces, la vida te pone de
rodillas para que por fin estés presente para tus propias
rodillas!).
Ahí
había sanación, justo en el corazón de mi pérdida de interés para ir
al trabajo o ver a mis amigos, en mi abandono de toda esperanza para mi
futuro, en mi completa desilusión sobre cualquier significado que
fuera externo o de segunda mano, en mis náuseas hacia todo lo
que fuera 'espiritual'. Incluso mi falta de interés para levantarme de la
cama guardaba verdaderas maravillas. A través de una depresión
suicida,
la
vida me estaba despojando de todas mis ilusiones, de todas las distracciones, de
todo aquello que no era real, forzándome a mantenerme
muy,
muy cerca de mí mismo, haciéndome recordar aquello que queda después
de que todo lo externo ha sido retirado.
La
depresión me obligó a recordar mi propia presencia, esencial y
libre, un milagro estallando de vida. Mi propia presencia, ¡sí! -
tan simple, y sin embargo tan pasada por alto, que siempre había estado
aquí, más cerca que la respiración...¡más indudable que la duda! Mi
propia y simple presencia - la presencia de la vida misma - era el
regalo...¡Lo que siempre había anhelado! Toda la búsqueda se había
revertido, ya que un 'yo' jamás puede encontrar lo que busca mientras
lo sigue buscando. El falso 'yo' necesitaba fracasar en su
búsqueda de la presencia para ser revelado como el suelo y la
esencia de todas las cosas. La ola no puede encontrar el océano
- sólo puede ser el océano. ¡Yo soy aquí. Yo existo. Yo soy! Y este
es el más grande de los milagros.
A
veces es desde ahí donde tenemos que empezar, en el comienzo mismo. Tenemos
que volver al origen de la vida, al lugar que está antes de incluso el 'Yo
Soy'. La depresión fue el más grande fracaso del 'yo', y su rendición
final. Fue un reinicio espiritual, un despertar, ciertamente.
Mi
anhelo por morir había sido, en secreto, mi anhelo por vivir, por
romper mi frágil corazón para que entrara un universo sagrado... para
poder contactarme con mi propio poder. Estoy consciente de que éste no
es un punto de vista muy común ni popular acerca de la depresión: pero
contiene inteligencia y una medicina muy poderosa, tan necesaria en
nuestro cansado mundo. Así que vamos a iniciar una nueva conversación... Honrando
el modelo médico de la depresión, pero llegando hasta lo más
profundo. ¡Jamás alejándonos de los susurros que nos ofrece la vida!
Jeff
Foster