El
verdadero conocimiento es la comprensión experiencial de que sólo hay la
Conciencia siempre presente, ilimitada. Nada más que esta (Conciencia) es
conocida siempre incluso cuando parece que la mente, el cuerpo y el mundo son
conocidos. Esta Conciencia ilimitada, siempre presente, que es simplemente la
intimidad de nuestro propio ser, es la naturaleza fundamental del aparente yo
interior y su corolario, el objeto aparentemente exterior, el otro o el mundo.
Todas
las religiones están fundabas sobre esta comprensión. En el cristianismo se
expresa como: "Yo y el Padre somos uno". Es decir, yo, la Conciencia
y la realidad última del universo son una y la misma realidad. En el budismo,
"Nirvana y Samsara son idénticos". Es decir, la luz de la Conciencia
abierta, transparente y vacía que no está hecha de ninguna cosa ―nada― es la
sustancia de todas las apariencias ―todo―. La nada tomando la forma de todo. En
el hinduismo, "Atman y Param-Atman son uno". Es decir, el yo
individual, cuando se despoja de las creencias y sentimientos de limitación
superpuestos, se revela como el yo verdadero y único de la eterna Conciencia
infinita. Y en el sufismo, "Dondequiera que el ojo cae, está el rostro de
Dios". Todo lo que se ve es el rostro de Dios y Dios es el que ve.
Todas
estas frases están condicionadas por la cultura en la que se presentaron, pero
todas apuntan hacia la misma verdad incondicional ― la realidad de toda
experiencia.
La
realización de esta verdad disuelve las creencias en la distancia, la
separación y la otredad. El nombre común que le damos a esta ausencia de
distancia, separación y otredad es amor y belleza. Esto es lo que todo el mundo
anhela ― no sólo aquellos de nosotros que están interesados en
la no-dualidad, sino todos los siete mil millones de personas.
En
esta realización el verdadero conocimiento y amor se revelan como uno y lo
mismo ― la realización experiencial de que la verdadera naturaleza del yo
aparentemente interior y el mundo aparentemente exterior son una sola realidad
hecha de la luz transparente de la Conciencia, es decir, hecha de la intimidad
de nuestro propio ser.
Esta
revelación de comprensión y amor golpea en el corazón de la presunción
fundamental sobre la que se fundamenta nuestra cultura mundial, la presunción
de la dualidad ― Yo, el yo interior separado, y usted o ello, el objeto
exterior separado, el otro o el mundo. Todos los conflictos dentro de nosotros
mismos y entre individuos, comunidades y naciones se basan en esta sola
presunción y todo el sufrimiento psicológico que de ella se deriva.
Cualquier
acercamiento a estos conflictos que no vaya a la raíz del asunto pospondrá pero
no resolverá el problema de los conflictos y el sufrimiento. Tarde o temprano,
como individuos y como cultura tenemos que tener el coraje, la humildad, la
honestidad y el amor para hacer frente a este hecho.
El
propósito más elevado de todo arte, filosofía, religión y ciencia es el de
revelar esta verdad de una manera experiencial, aunque todas estas disciplinas
lo han olvidado temporalmente en nuestra cultura. Sin embargo, no puede durar.
Como dijo el pintor Paul Cézanne, "Vendrá un tiempo cuando una sola
zanahoria, recién observada, provocará una revolución".
Esta
es la única revolución verdadera, la revolución en la que nuestra visión de la
realidad se volverá patas arriba. La Conciencia ―puro Conocimiento― no es sólo
el testigo de la experiencia. Es su sustancia, su propia naturaleza.
Todo cambia cuando empezamos a vivir desde este punto de vista. Nos damos
cuenta de que lo que siempre hemos anhelado en la vida estaba presente todo el
tiempo en las profundidades de nuestro propio ser. Está siempre disponible,
nunca velada realmente. Para empezar, a menudo se siente como la paz en el
fondo de la experiencia, pero no puede ser contenida y en poco tiempo comienza
a fluir por el mundo como alegría, libertad, amor y creatividad.
Rupert
Spira