...Simplemente
estar ahí, presente, al lado de quien te necesita. No es indispensable
hablar, ni hacer algo especial. Lo importante es comunicar al otro que uno
está unido con la alegría, o la tristeza; que está viviendo el ser
querido. Lo que vale es respetar siempre el pedido, verbal o silencioso,
latente o manifiesto, de compañía o de soledad. Acompañar es intuir la carencia
del otro: es cuidar, proteger, sin molestar o dañar. Es tarea de amigos,
de amantes, de seres que se sostienen en la hermandad de los afectos. Es
un servicio de lealtad. Es un punto de contacto, más cerca de los
sentimientos invisibles que de la mera proximidad física, ostensible.
Se
puede estar "cerca" de alguien. También es posible estar unidos por
la distancia, pero próximos en el corazón. A veces los sentimientos se
filtran por las fronteras inventadas por los mismos protagonistas.
Acompañar
no es pared sino puente, unión de almas. Existen paredes de vidrio, no
visibles, que impiden la unidad de los sentimientos, que asfixian el
surgimiento generoso y espontáneo de la compasión. Hay proximidades que
agobian y aíslan mucho más que la soledad misma. "¿Y qué le
digo"?, preguntó alguien, temeroso de sus propias emociones ante
el dolor de un conocido..."No digas nada, absolutamente nada", respondió
la sensibilidad.
Lo
que importa es estar ahí en el momento justo. Tal vez no exista nada
mejor que la elocuencia del silencio. En determinadas
circunstancias, las palabras sólo consiguen incomunicar. Como se recuerda
el sabor del vino aún después que su olor se haya desvanecido, y que su copa haya desaparecido. "Cállate
por favor...quiero estar contigo", suplicó el poeta necesitado de
compañía...
Walter
Riso