3 de febrero de 2016

LA TRAMPA DEL ADVAITA.

“Sólo hay consciencia. Sólo hay el Ser. Sólo hay lo que Yo Soy. Todo lo demás carece de sentido, es desechable, no tiene importancia. El mundo manifiesto no es absolutamente nada, se trata de un juego sin sentido, lleno de ruido y furia, no significa nada.”

La enseñanza Advaita es muy parecida a la depresión, ¿o no?
Hay una línea muy fina, seguro.
He conocido a varias personas en los últimos años que creen que realmente lo han “entendido” cuando se trata de Advaita. En realidad sólo estaban deprimidos y no se daban cuenta. He ayudado a muchos a liberarse de la trampa del Advaita, como yo la llamo.
Veamos, sólo hay consciencia. Sólo hay el Ser. ¡Sí! Sin embargo, el reconocimiento profundo y pleno de este hecho indiscutible no le lleva a uno hacia la depresión, sino a un descanso profundo. Si todo es consciencia, entonces cualquier apariencia de aquello que llamamos el “mundo” es también consciencia. Puede que sólo haya el océano, pero el océano no considera a sus olas como una “mera apariencia” o como algo “que no tiene sentido”. El océano ES cada una de sus olas, este es el entendimiento fundamental en el corazón de todo. No existe ninguna separación. Esto significa que sea lo que sea el “mundo”, éste está hecho de lo mismo que yo estoy hecho, hasta el último ápice del mismo. Cada (sí, “aparente”) árbol, flor, montaña, galaxia, madre, padre, santo, pecador y pedazo de mierda de un perro en la acera. El mundo no es “nada”, tampoco es un “juego sin sentido” (¿quién separa el sentido del sin sentido, en última instancia? ¿quién separa el algo de la nada?). Todos estos son simplemente más conceptos que se suman a la pila de conceptos.
Ahora, nada es ajeno a mí, nada es “otro”, nada se encuentra fuera de lo que soy. ¡Todo es de la misma sustancia! Todo está conformado con mi misma sangre. Todo es familiar, todo ello son mis hijos. Y es por esto que todo es digno de amor y de mi aceptación, no por “mí”, sino por su propia naturaleza. Esto no es un rechazo frío de la existencia relativa, no, sino un abrazo natural, fácil, radical, de este frágil, precioso e impermanente mundo con una compasión desgarradora que constituye la destrucción de toda depresión. La mente podría entender el “Advaita”, pero el corazón se abre completamente a la compasión.
Me pregunto si hacemos pasar el mundo “impermanente” como “irreal” y “sin importancia” e incluso “sin sentido” por nuestro miedo a perderlo. Tal vez decir cosas como “la apariencia del mundo no tiene importancia” sea sólo una manera de protegernos de sentirnos decepcionados por ella.
Recordemos lo que Nisargadatta Maharaj dijo: “La sabiduría dice que soy nada. El amor dice que soy todo. Entre los dos, mi vida fluye.” Es sumamente fácil atascarse en esa parte del “nada”. He estado ahí, lo he vivido, me he puesto la camiseta. Pero de nuevo, tal vez ese malentendido también sea parte de cómo son las cosas. Todos somos tan inocentes, ¿o no?
Jeff Foster
Fuente: http://presenciaconsciente.tumblr.com/


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