No podemos conocer la
experiencia de nadie más. Nunca. Aquello que creemos o sentimos o
"sabemos" que el otro está experimentando es nuestra propia
suposición, nuestra propia opinión, nada más —nuestro propio sueño acerca de su
sueño, un sueño dentro de otro sueño. Un sueño recurrente. Podemos ser testigos
de su comportamiento, podemos ver cómo habla y actúa, podemos "leer"
su lenguaje corporal, podemos escuchar sus historias, podemos sacar
conclusiones inteligentes y tener reacciones viscerales; pero definitivamente
debemos tener la humildad de admitir que jamás podremos saber por aquello que
está pasando, lo que está sintiendo, y siempre nos terminaremos quedando sólo
con nuestra propia experiencia, con nuestra propia intuición y suposición, con
nuestro propio sueño acerca de su sueño, con nuestro propio criterio y juicio.
No podemos conocer la experiencia de los demás. Nadie tiene autoridad sobre la
experiencia de nadie, y cuando nos despertemos de este espejismo, podremos
entrar en comunión con los demás tal y como están en ese momento, no como los
estamos juzgando o como deseamos que estén. Se trata de "mantenerse al
margen de cualquier conclusión" y descansar profundamente en la intimidad
de nuestra propia experiencia.
En realidad nunca podemos
juzgar a los demás, nunca podemos asegurar realmente que alguien está
"iluminado" o no, o hacer el juicio de "qué tan lejos" ha
llegado dentro de su propia evolución, o decir "qué tan libre está del
sufrimiento", o "qué tan claramente" percibe las cosas, ya que
este sería nuestro propio sueño, nuestra propia opinión, nuestros propios
"asuntos" inconscientes proyectados. Qué tan rápido sacamos
conclusiones acerca de los "demás", y después nos aferramos a esas
conclusiones como si fueran La Verdad. A la mente le fascina comparar, juzgar
"qué tan despierto" está alguien en comparación a algo llamado
"yo", proclamarse iluminado y ver a los demás como menos iluminados.
El juicio, o mejor dicho, tomar un juicio como un hecho, es el mecanismo de la
no-aceptación, simple y llanamente. La mente es un mecanismo de comparación, y
sólo porque nos percibimos a nosotros mismos como "despiertos"
espiritualmente, no quiere decir que este mecanismo se haya desactivado. El
mecanismo del juicio y la comparación es inmensamente creativo y siempre
encontrará maneras discretas para seguir operando. Ay de aquel que se
proclame y juzgue a sí mismo como "espiritualmente completo", y libre
de sufrimiento, y libre de un "yo", y después juzgue a los demás como
todo lo contrario. ¡Oh, la ironía!
Y, sin embargo, aquello
que somos, observa todo esto, observa el mecanismo de comparación y juicio,
pero jamás juzgándolo, esto que somos es incapaz de juzgarlo e incapaz de
juzgar el juicio como "malo" (¡qué juicio!), descansando
silenciosamente en el fondo, con sus pies en alto en el sofá cósmico, sonriendo
en secreto mientras todo el juicio y el no-juicio humano y toda la habladuría
acerca de los juicios se despliega, mientras se establecen y se disuelven todas
las conclusiones, mientras juzgamos a otros como más o menos que nosotros, como
superiores e inferiores, y olvidamos que sólo estamos juzgando humanamente y
que no estamos recibiendo privilegios secretos por parte del universo a través
de nuestras antenas del despertar. Somos humanos, demasiado humanos,
independientemente de lo divinos que seamos.
Aquello que en verdad
somos siempre está en profunda paz, más allá de las conclusiones, y siempre
gozando el juego de la humanidad en su propia pantalla de televisión cósmica,
incluyendo todos los anuncios publicitarios. Relativamente, podríamos
encontrarnos a nosotros mismos juzgando a otros, comparándonos con otros,
juzgando que estamos más "despiertos" que los demás, juzgando a
nuestro Dios o a nuestras Enseñanzas, o incluso a nosotros mismos, como lo Sólo
y lo Único y, relativamente hablando, esto podría ser algo para tomarse en
cuenta, para generarnos la curiosidad, para explorar, para hacernos conscientes
de, sin importar qué tan "despiertos" creamos estar. ¿Cómo es que nos
estamos separando de los "demás", aunque no haya "otros"?
Sin embargo, en última instancia, aquello que somos permite todo esto, acoge
todo este drama abrumador en la palma de su mano, envuelve todo en su abrazo de
perdón, lo ama hasta la muerte, literalmente, así como esta maravillosa
paradoja de la existencia, lo que siempre cambia y lo que nunca cambia para
nada, toda esa danza del Amado. E incluso el instante cuando ese juicio se
disuelve...
Jeff Foster