Los grandes maestros, como los budhas
o jivanmuktas, logran que la mente finalmente se mantenga en un estado no-dual
que jamás cambia. Al igual que cualquier otra persona común, son capaces de
observar el mundo y reaccionar ante él; logran detectar los objetos de manera
individual y tener la destreza que cualquier ser humano posee para destacar uno
respecto de otro. Sin embargo, cuando perciben los objetos, y debido a la
ausencia de ahamkara, yoidad, los distinguen
uno de otro carentes de sentido individual. El fluir no-dual que otorga su
rango de percepción nunca ofrece un sesgo de individualidad; sus mentes, sin el
más mínimo esfuerzo, “conocen sin quien conozca”, “hacen sin quien haga”. En
ese fluir perceptivo viven de manera comparativamente similar a quien ha tomado
alguna copa y relaja su psique, permitiéndole un fluir en la comunicación que
antes no poseía.
En ese estado continuo de
no-dualidad, la “alegría de Ser”, o la “alegría de Saber” fluyen también por
doquier. Ver el mundo integrado en una unidad no-diferenciada se parece a
observar un collar cuyas cuentas están unidas por un hilo. A la vez se observan
el collar y las cuentas, tal como el jivanmukta observa a la vez las partes y
el todo. La conciencia, como elemento integrador del conocimiento, fluye por
doquier sin centro alguno activo, sin yoidad que se apresure a definir como
propio lo conocido. Así, situados en ningun lugar de sí mismos o de las cosas
percibidas, viven como agua en agua, espacio en espacio, saber en saber.
¿Dónde está el jivanmukta? Le vemos
caminar, comer y realizar actos comunes que cualquier otra persona también
hace. Sin embargo, cuando él observa el mundo, la conciencia sabe que Eso está
pasando, las cosas ocurren sin que exista por su parte localización alguna en
la que se experimente a sí mismo. No está ni dentro ni fuera de la cabeza, su
identidad no se sitúa ni delante ni detrás de los ojos, ni a un lado ni al otro
del cuerpo; su cognición se impregna de una ausencia total de esfuerzo, por el
simple hecho de existir y saber que se existe. Ese modo de percepción prodiga
tal excelencia en el cuerpo que no hay tensión mientras conoce. El sistema
nervioso se mantiene absolutamente reposado, transfigurado, quieto. Es, en definitiva,
la percepción no-dual quien provee el hecho de ser experimentador no-localizado
del mundo y propietario de una realidad sin fronteras.
Sesha en Comentarios al Atmabodha.
Sloka 50