Durante
las primeras etapas de la menopausia, algunas mujeres experimentan un periodo
de duelo que parece interminable. Este duelo es una faceta de un poderoso
proceso emocional de muerte y renacimiento.
¿Y
por qué la mujer debe pasar por un duelo durante esta fase de su vida?
Experimenta un duelo porque muere psicológicamente y llora una pérdida porque
suelta el dolor del mundo a través de su útero. Si renuncia a identificarse con
su fertilidad, con ser madre, amante, esposa, secretaria, artista,
recepcionista, mujer menstruante, conectará cada vez más profundamente con el
misterio intemporal de su propia fuente interna.
La
mujer es un insondable océano de Amor, un eterno manantial de devoción hacia la
fuente de su Diosa interior. En el fondo de su corazón desea de forma natural
vivir en consonancia con este lugar de amor devoto. Pero demasiado a menudo se
ve obligada a abandonar su santuario infinito de oscuridad lunar femenina para
entrar en la deslumbradora claridad solar del externo sueño mundano masculino.
Su realidad reside en la receptividad interna esencialmente yin. No es la de la
existencia, de los relojes, del tiempo y de las estructuras lineales; sino que
su realidad es innatamente cíclica, ovular, circular, espiral. Cuando la mujer
está demasiado ligada al mundo exterior de las creencias irreales en torno a la
menopausia, no puede abrazar conscientemente el gozo y la libertad que hallaría
si, en aquel momento, entrase profundamente en su cuerpo.
Aunque
el periodo menopáusico significa un final, también ofrece la expansiva libertad
de los nuevos comienzos. Si la mujer se cree la tergiversación de la sociedad
moderna según la cual la menopausia es el fin de su vida como mujer real,
sufrirá. Por eso pasa por un proceso de duelo. Sufre porque el mundo moderno no
honra su poder gentil y misterioso, sufre porque sabe, desde el fondo de su
corazón, que ser mujer es mucho más que la superficialidad de la sociedad
contemporánea.
Durante
la transición menopáusica, su universo interno de oscuridad la atrae
suavemente, gentilmente, profundamente y a menudo tumultuosamente hacia sí. En
la mitología antigua, la mujer era la seductora sirena del mar que cantaba
dulcemente a los náufragos para seducirlos y llevárselos hacia las oscuras cavernas
de sus profundidades oceánicas. Nuestra civilización actual, la civilización
que ignora el poder emergente de las mujeres menopáusicas, no puede captar su
profundidad, porque prospera en las aguas superficiales de la irrealidad.
Cuando
el dolor del amor insatisfecho entra en su útero, sucede a menudo que la mujer
suprime el dulce perfume de su esencia, para poder enfrentarse al mundo
exterior. Puesto que eso requiere una fuerza ajena a su ritmo cíclico femenino,
crea un caparazón duro y, al mismo tiempo frágil, que esconde su vulnerabilidad
y gentil fuerza.
Durante
el viaje de la menopausia, la mujer se
desprende de muchos dolores reprimidos, de forma que su sabiduría amorosa puede
resplandecer a lo largo de esta fase de la vida que le concede la capacidad de
realizar tantas cosas. Mientras, durante esta purificación única, la sabia y
amorosa conciencia interna de su útero busca la liberación, la mujer a menudo
derramará lágrimas de dolor y pena por la pérdida de todo lo que nunca más podrá
ser.
Desde
que empezó a menstruar, su profunda relación con el cuerpo ha cabalgado de
forma innata y fluida con el ritmo cíclico de las fases de las mareas, las
estaciones y la luna. Como su amada madre tierra, la mujer experimenta
eternamente un ciclo infinito de nacimiento, muerte y renovación. Cada mes es
nutrida y colmada por la sabiduría de su ciclo menstrual, y cada mes
potencialmente profundiza más en el misterio de su ser. Lágrimas de amor, de
nostalgia y de remordimiento a menudo afloran desde una pena profunda que ha
formado parte del espíritu femenino durante siglos. Si se trata de una madre
que ha puesto todo el amor en sus hijos, puede que ahora debe enfrentarse a la
realidad de un nido y un corazón vacíos, ahora que sus niños han crecido de
golpe, han desplegado sus alas y han volado. Ahora bien, en el interior de su
vacuidad tiene, esperándola, el tesoro. En el silencio y la calma tiene,
esperándola, el poder. En el desahogo de su duelo tiene, esperándola, el gozo y
la luz radiante.
¿Por
qué se lamenta, pues, la mujer? Se lamenta porque esta pérdida inexplicable
parece casi insoportable. Aún no sabe
que las bendiciones que recibirá serán abundantísimas, porque antes debe
experimentar el vacío. Se lamenta
porque no ha sido reconocida, comprendida ni amada. Y cuando la preciosa copa,
el cáliz sagrado de su útero, se haya vaciado del duelo, empezará a prepararse
para una vida de sabiduría y de paz llena de gracia. Empezará a llenar su copa
con la riqueza abundante de nuevas bendiciones.
Si
se trata de una mujer que no ha sentido nunca la madurez de su útero a punto de
dar a luz, que no ha sentido fluir dulce leche de sus pechos, que no ha
sostenido sus criaturas dulcemente cerca del corazón y las ha nutrido hasta la
madurez, quizás ahora lamenta que, irrevocablemente, nunca será madre. Nada
puede parar este lamento, porque ahora es el momento en que debe desbordarse
hasta que haya disuelto todo lo que inhibe el nacimiento de su sabiduría, su
poder y su libertad.
¿Por
qué, querida mujer, sufres tanto? En
realidad no has perdido nada, porque no tiene nada que perder. Sin embargo,
ahora debes sufrir, porque es una parte necesaria de la sabiduría que ha de
nacer en ti. Sufres porque estás
soltando todo lo que en ti es irreal. Sufres porque estás soltando todo los
apegos a los roles externos y a los éxitos que has tenido. Sufres porque ya no
sabes quién eres. Sufres por todas tus amadas hermanas, el amoroso poder de las
cuales ha sido reprimido e ignorado durante siglos.
Sufres
porque eres una mujer que ha vivido en un mundo dominado por los machos. Sufres
porque anhelas que a las profundidades de tu útero llegue, tiernamente, y
apasionadamente, un hombre que está demasiado ocupado pensando, haciendo y
viajando a otros planetas para parar un momento y amarte a ti y a tu venerada
madre tierra.
El proceso de duelo de la
mujer durante la menopausia es una purificación que limpia el lastre del pasado
que hay en su corazón, cuerpo, espíritu y mente. Las aguas purificadoras de sus
lágrimas la obsequian con un sentido profundo de gozo, fuerza y libertad. Su
nueva vida no puede emerger plenamente hasta que suelte conscientemente todo
aquello que no pueda acarrear en su viaje de poder y sabiduría.
La mujer sufre un duelo
porque ha acumulado capas de pensamientos, emociones y creencias que no
corresponden a lo que ella es verdaderamente. El duelo consiste en desprenderse
de aquello que no es real en su cuerpo, en su corazón y en su psique. El duelo
es la puerta de entrada de la sabiduría, el poder y la libertad.
Texto:
Roslyne Sophia Breillart
Traducción:
Eulàlia Pàmies y Sophia Style
Fuente:http://www.corazondeluna.com/