Ser
incapaz de dejar de pensar es algo terrible, ese ruido mental que nos acompaña
constantemente nos impide encontrar nuestra quietud interior y en mayor medida, la conexión con nosotros mismos.
NO ERES TU MENTE.
Vivimos
en una época de rapidez e indeterminación, rodeados de miles de tareas que
hacer que en ocasiones vamos postergando con la idea de realizarlas más
adelante porque ahora no nos da tiempo, y mientras tomamos esta decisión,
se encuentra aterrizando otra idea en la pista de nuestra mente que contribuye
a nuestra sobrecarga, y acabamos el día con la sensación de no haber realizado
todo lo que nos habíamos propuesto, y en el caso de haberlo hecho con una terrible
sensación de cansancio e irritabilidad porque aún nos quedan otras tantas
cosas por hacer… Así es, vivimos hacia atrás y hacia adelante, desvaneciéndose
nuestro ahora y rodeados de mucho ruido, el de la calle y el nuestro propio.
Nos hemos convertido en adictos a nuestro pensamiento, y como consecuencia
de ello, hemos desconectado de nosotros mismos. Ese ruido mental que nos
acompaña, el pensamiento, además de impedir que tengamos momentos de calma también
tiene la capacidad de crear un falso yo fabricado por la mente, que lanza
sobre nosotros una capa de sufrimiento y miedo.
PERO, ¿POR QUÉ SUCEDE?
A menudo nos identificamos con nuestro pensamiento, con nuestra mente
creando una pantalla opaca de una gran cantidad de etiquetas, conceptos,
palabras, juicios, imágenes que bloquean la verdadera relación con nosotros
mismos. Y así creemos que nosotros somos nuestra mente, apoderándose el
instrumento de nosotros.
“Es bastante habitual que nuestra propia
voz interna sea nuestro peor enemigo y vivamos con un torturador en la cabeza
que nos ataca y castiga, agotando nuestra energía vital.” Eckhart Tolle
Tenemos que aprender a observar y tomar distancia de nosotros mismos
con respecto a los pensamientos y emociones que suscitamos, de manera que
sepamos distinguir entre el acto de tener un pensamiento, el contenido de lo
pensado y de la persona (nosotros) que se está dando cuenta de ello. Para ello
os propongo "La metáfora del tablero de ajedrez" (Wilson y Luciano ,2002) para demostrar la
importancia de un observador que reconoce y acepta.
EL TABLERO DE AJEDREZ
Imagina un tablero de ajedrez. En él las piezas están en lucha unas con
otras, mientras que el tablero ejerce como mero observador. El tablero
nunca pierde, pero las piezas se encuentran combatiendo, siendo eliminadas en
ocasiones. Ahora pongámonos en nuestro caso. Si nos encontramos luchando
contra nuestros miedos y preocupaciones con las piezas blancas o negras,
el juego nunca terminará, ya que cuando acaba una partida comenzará otra,
adentrándonos en un bucle sin salida. La cuestión está en jugar la partida
sirviendo como tablero, es decir, observando la lucha sin participar. Así las
figuras podemos identificarlas con lo que pensamos o incluso, sentimos,
recordando y siendo testigos de que esto no conforma nuestra identidad, no
somos el pensamiento, sino el tablero capaz de contener todos los contenidos
cognitivos. Ya que como indiqué anteriormente, las verbalizaciones, palabras y
pensamientos, por muy verídicos que puedan parecer, no son hechos.
Nota: “La mente es un
instrumento soberbio si se usa correctamente. Sin embargo, si se usa
incorrectamente se vuelve muy destructiva.” Eckhart Tolle
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