Soy
poderoso porque estoy solo. Y nada ni nadie me importa. Soy intocable.
Invencible. Auto suficiente. Completo. Lleno de amor. Una presencia no dual
ilimitada. No necesito ayuda aquí.
Soy
poderoso porque estoy desnudo, soy un niño precioso, un principiante, expuesto
a los elementos y tan dependiente de los demás, y tan honrado por todo lo que
se ofrece y todo lo que no sé y todo lo que no puedo ver y tan malditamente
indefenso ante la creación, tan necesitado de Dios y de amor y de la familia y
de la comunidad, estoy tan enamorado de esta unión divina. Yo estaba
equivocado, también. Necesito tu ayuda aquí. Madre.
Padre. Hermano. Amante. Extraño. No me abandones ahora. Acércate. Soy poderoso
en mi independencia. Sin embargo soy poderoso en mi dependencia. Todos y todo
en la existencia me importa, y toca mi corazón. Me mueve. Me afecta
profundamente. Me rompe y luego me hace completo. Me hace humilde. Me
estabiliza. Me enseña. Ya soy entero, pero necesito que el mundo me haga
entero. Estoy loco de paradoja, entonces. Estoy loco de contradicción. Que así
sea. No estoy confundido.
Cuando
éramos jóvenes nos enseñaron que nuestras necesidades humanas naturales no
importaban. O que tener necesidades era un signo de debilidad. La necesidad de
amor. La necesidad de conectarnos. La necesidad de apoyo emocional. La
necesidad de contacto físico. La necesidad de consuelo y calor humano, un calor
que no podíamos ofrecernos a nosotros mismos. Todo era ilusión o inmadurez.
Tener necesidades. Ser dependientes. Importarles a los demás. Confiar en que
los demás estén allí para nosotros. Creer que los demás nos importan. ¿Cuál era
el punto? "Madura", nos decían. "Deja de sentirte tan necesitado". Entonces
nos convertimos en buscadores espirituales. Y nos recordaron que nuestras
necesidades eran debilidad espiritual, ausencia de coraje. Un claro signo de
que todavía estábamos identificados con el ego, que éramos demasiado humanos,
que estábamos demasiado “apegados” al mundo y sus placeres, que estábamos
demasiado atascados en la “dualidad” y sus historias, que nos sentíamos
demasiado temerosos de nuestra soledad. (Todo
era verdad. Y todo era una maldita mentira.) Aparentamos
no tener necesidades. Pretendimos ser desapegados, no dependientes, una isla para nosotros
mismos. Fingimos que podíamos hacerlo todo solos. Que no necesitábamos apoyo.
Que siempre estábamos bien, porque la vida siempre está bien, ¿de acuerdo? Sin
familia. Sin amistad. Sin los “otros”. Sin un llanto humano. Sin la Tierra. Pero
toda pretensión debe desmoronarse. Todo fue un engaño. Y
así fue como nos rompimos y nos abrimos. Porque en última instancia era
demasiado doloroso negar el corazón humano y su necesidad de intimidad, su
grito para ser escuchado, atestiguado, acogido, ayudado, antes de la muerte. Y
en la ruptura de todos nuestros conceptos de segunda mano, descubrimos nuestro
verdadero poder: El
poder que no necesita nada, que no quiere nada, y sin embargo necesita y quiere también, necesita y quiere sin disculpa o
vergüenza. Estoy solo. Estoy completo. Y sin embargo, necesito apoyo. Necesito calidez. Necesito que alguien me escuche de vez en
cuando. Necesito un hombro para llorar. Un toque amistoso. Un compañero
confiable en el camino. Necesito un consejo. Necesito una reflexión sagrada.
Otra voz. Otro universo para amar y entender y en el cual pueda perderme sin
perderme. Necesito un hermano, una hermana. Necesito un amigo. Te necesito a
ti. Nada me duele. Y aun así me duele. Tal vez tú también sientas dolor, a
veces. ¿Te acercarás? ¿Me abrazarás aquí? ¿Y te dejarás abrazar? No podemos
hacer todo esto juntos, pero no podemos hacer todo esto solos. En el medio, sí,
en el fuego, podemos encontrarnos tan profundamente. No salvándonos unos a
otros, pero ya sin abandonarnos por el vacío. Importándonos mutuamente ahora. Dejando
entrar al otro. Encontrando seguridad en el riesgo. Tocando, y siendo tocado a
cambio. Viendo, y dejándonos ver. Dándonos espacio mutuamente, también. Sin un
lugar para descansar entonces, salvo en el amor, y en el aliento. Poderosos.
Impotentes. Solos. Juntos.
Necesitando nada. Necesitando todo. Bailando a través de esta paradoja, día a
día. Enamorados de la contradicción. Y
simple... simple y sencillamente vivos.
Jeff
Foster
Fuente: Facebook - Jeff Foste en español