29 de diciembre de 2019

DE CUANDO ME OLVIDÉ DE OLVIDARTE.


“Lo que sueltes se lo lleva el viento”, me decía mi abuela, pero no te conocía. Tuve 365 días para extrañarte y no los use. “Me sobran” pensaba, cuando en esos días nada me hacía volver a vos. Ni las canciones, ni los sitios a los que iba. A veces a algún recuerdo se le daba por aparecer sin avisar, y se me colaba entre los pelos para meterse debajo de la ropa y hacerse carne; pero no podía. Así cómo había llegado, se iba. “Ya no le extraño”, pensaba yo, y sentía cierta nostalgia cuando entendía que el tiempo empezaría a borrar tu voz, y tu olor, y la fuerza de tus abrazos. En esos momentos un escalofrío navegaba mi espalda, no quería pensar que te ibas a disolver con el tiempo. ¿Será acaso que los besos que un día nos salvaron la vida podrían escurrirse sin más sobre el reloj? ¿Era entonces el tiempo capaz de llevárselo todo? Al final no.
Al final no era capaz, ni el tiempo, ni el viento, ni ninguna puta cosa del mundo. Mi abuela no tenía razón, y 365 días tampoco alcanzaban para dejar de quererte, ni aunque lo intentara. Cualquier minuto, en otra parte del mundo ibas a volver, no vos, sino tu recuerdo; y me ibas a pedir para quedarte, casi como rogando que te vuelva a hacer un hueco en la cama. La que nos gustaba tanto. La de los abrazos. Y yo que jamás supe decirte que no a nada, te iba a decir que si, que al final de cuentas no había usado ni uno de los malditos días que estuve triste para olvidarte. Que no me sobraban. Que no. Que no te fuiste. Que todavía hoy acá, un pedazo de mí es tuyo, que me olvidé yo de decirte que me lo devuelvas y que ahora me falta... incluso del otro lado del mundo, me falta.
Soledad Voulgaris

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