¿Por qué es una
experiencia liberadora nuestra vida? Porque "el juego de la Conciencia
pura está siempre quemando lo ilusorio", dice el aforismo del libro
advaita El secreto de la realización directa de Pratyabhijna Hridayan.
Cuando la Conciencia real
toca este mundo de "representaciones", lo quema, lo aniquila. Por lo
tanto, está constantemente quemando la ilusión, y eso hace que la existencia
del ser humano en este mundo no pueda ser despreocupada, sino angustiosa.
Vivimos en un constante fuego si nos agarramos a lo ilusorio. "Dios es un
fuego abrasador", dicen las Escrituras cristianas.
Si observamos lo que
sucede en nuestra conciencia superficial, vemos que todo cambia, todo se
transforma y se desvanece en el tiempo. Todas las cosas, las personas, todos
los contenidos de la conciencia, están cambiando, apareciendo y desapareciendo
constantemente. Las cosas son los restos, las cenizas de un fuego constante.
Ver esto con la luz del
discernimiento es una experiencia liberadora. Cuando se ve lo falso como falso
hay liberación en nuestras vidas porque hay luz. Y la alegría que acompaña
siempre a esa libertad interior es indescriptible y no se puede comparar a
ninguna otra alegría.
Pero si al producirse este
fuego purificador vemos lo ilusorio como real, el cambio y la disolución de las
representaciones de la conciencia sin la luz del discernimiento acarrean un
gran sufrimiento. Por falsa identificación de la conciencia con las
apariencias, nos sentimos "lanzados a las tinieblas exteriores", como
dice nuestra tradición: Allí donde se vive la tristeza, el dolor, la depresión.
Esta es la angustia existencial. Heidegger lo ha descrito también, con una
frase muy expresiva. Él dice que vivimos "arrojados en el mundo".
El ser humano no se siente
angustiado por estar en el mundo; otros seres están en él armónicamente, se
siente angustiado por estar "arrojado", "fuera de sí",
identificando su conciencia con lo falso, sin ver las cosas como son, es decir,
representaciones de la conciencia pura o manifestaciones del ser.
Por eso el ser humano
sufre, y por eso no hay nada que le libere del sufrimiento que no sea la visión
de la Verdad. Se han buscado infinitas evasiones, disfraces, para camuflar las
cosas y hacer como si fuesen de verdad en el tiempo. Se ha buscado la felicidad
en todos los caminos imaginables en donde no está. Y siempre la angustia ha
acompañado al hombre.
Heidegger es un filósofo
occidental que ha explicado esto de tal manera que es evidente que lo ha
vivido. Es útil, me parece, ver su coincidencia con la filosofía advaita. La
visión es idéntica, con un lenguaje, desde luego, muy diferente, sintético y
simple en la filosofía hindú, analítico y complicado en la filosofía alemana.
El hombre tiene una
posibilidad de elección entre "la existencia inauténtica", entre los
entes, o la existencia auténtica escuchando la llamada de la conciencia, del
ser.
El "Dasein" (ser
humano) inauténtico vive en el tiempo, "perdido, arrojado en el
mundo", no es libre. Mientras que el ser humano auténtico, el mismo
constituye el tiempo a partir de la temporalidad originaria. En la aceptación
de la finitud del "Dasein" está la temporalidad originaria o
eternidad.
En el caso de la
existencia inauténtica el hombre está fundamentado en la nada. La angustia es,
pues, angustia de nada. Y esta nada es el "ser en el modo propio de la
existencia inauténtica". La existencia inauténtica consiste en estar fuera
de sí, agarrado a lo temporal, a lo impermanente, es vivir como si fuera un ser
del tiempo, como si fuera una cosa y estuviera atado a una serie de causas y
efectos en el tiempo. Cuando el ser humano vive así, su vida se transforma en
lo que Heidegger llama "la cura", que él define como "un
esfuerzo angustiado por vivir"
Esto sucede así porque el
ser humano no es del tiempo, sino de la Eternidad. Por eso tanto si lo percibe
con claridad como si no sabe percibirlo claramente, existe una llamada constante
de la Eternidad dentro de él. "El Ser en el modo auténtico de ser no dice
yo, sino que es en el silencio". Es también la pantalla sobre la que
se proyectan las imágenes cinematográficas. El ser es aquello sobre el fondo de
lo cual aparece lo proyectado. ¿Puede experimentarse el silencio entre dos
notas o puede verse la pantalla entre dos imágenes? La misma dificultad hay
para vivenciar el Ser entre dos pensamientos.
El Ser en el mundo ―dice
Heidegger―, cuando está abierto para sí mismo, permite ver el trasfondo del Ser
a través de las proyecciones del mundo, pensamientos, imágenes. Hay un
trasfondo que permanece siempre. La experiencia liberadora consiste en ser ese
fondo que está detrás. La advaita intenta conducirnos de la proyección con la
que nos identificamos, al trasfondo que realmente somos. Es un camino de lo que
no somos y con lo que nos confundimos, a lo que somos de una manera
inadvertida.
¿Podría haber música sin
el silencio? Somos inconscientes de lo Real, pero está ahí siempre, y no
podemos ser libres y felices hagamos lo que hagamos mientras no seamos lo que
realmente somos.
¿Podemos conformarnos con
ser una imagen, una proyección mental, un pensamiento? ¿Aceptamos que somos un
montoncito de energía que caprichosamente se ha organizado de cierta manera?
¿No serán todas estas energías físicas o mentales llamadas del Ser?
Para llegar al Ser no es
camino adecuado el cortar violentamente las energías o los pensamientos. La
guerra contra los pensamientos se efectúa en el mismo nivel. No posibilita lo
nuevo. El proceso de pensamiento debe seguir su curso natural, pero con una
salvedad, no debo seguir ese proceso, no debo identificarme.
Ese foco de conciencia que
puedo llamar "mi identidad" debe estar libre de cosas e imágenes y
abierto a lo Real. La filosofía advaita explica que hay una conciencia testigo
de lo Real. Y es fácil darse cuenta de que es así. Si la Conciencia fuera
movimiento "conciencia de algo", simple relación o representación,
como dicen tantos filósofos orientales y occidentales, ¿en ese caso quién
podría ser consciencia de la conciencia? Sin un testigo permanente que se diera
cuenta del proceso no podría decirse siquiera "la conciencia es
cambiante". Para ver el cambio hace falta la quietud como contraste. No
podría llamar cambiante a la conciencia si no hubiera algo permanente que la ve
moverse. El movimiento no sabe que se mueve.
Cuando veo mis
pensamientos moverse, cuando siento que nací y moriré, y seguramente ningún ser
de la naturaleza puede sentirlo sino el hombre, cuando tengo esa angustia
existencial que me produce el cambio y la aniquilación, es porque hay un
trasfondo eterno con el que veo, una luz con la que ilumino el espectáculo.
Si me duele este cambio,
esta impermanencia de las cosas, si me duele que la vida sea cambiante y
efímera, si me duele estar en el tiempo "arrojado en el mundo", si me
duele que las cosas y las personas desaparezcan ante mí, y que incluso yo
mismo, lo que creo que soy desaparezca, es precisamente porque de alguna manera
intuyo que soy eterno.
Podemos observar cualquier
actividad, y sobre todo la actividad del pensamiento con la que tanto nos
identificamos. Podemos verlo, mirarlo y descubrir qué hay detrás. Y si estoy
constantemente identificado con la acción, cuando no me muevo, cuando no estoy
actuando, ¿qué hay detrás? Sí, sigue el pensamiento, sigue el movimiento. Pero
más allá del pensamiento, ¿qué hay? ¿Puedo aceptar ese silencio inmóvil que hay
detrás?
Si lo hago así, empezaré a
distinguir la zona donde están los pensamientos, de un estado de conciencia
real, permanente y sereno, en el que el tiempo ha perdido su dominio, un estado
de conciencia a partir del cual el tiempo puede ser proyectado o creado. El
tiempo sigue su proceso cambiante, el tiempo es pensamiento. Por eso los
pensamientos nunca pueden salir del tiempo. Pero la conciencia originaria de
donde surge todo aquel movimiento permaneciendo ella inmóvil, está ahí y soy
consciente de ella. Esto es una liberación, esta es la única liberación.
El momento de vivir la
Verdad es una vivencia directa. Es necesario soltar las identificaciones con
todos los momentos intermedios antes de la vivencia de lo Real: las
sensaciones, producidas a través de los sentidos corporales, provocan
pensamientos, y estos a través de imágenes mentales, despiertan emociones. El
conjunto de representaciones en la conciencia es un mundo añadido que oculta lo
Real.
Si fuéramos tan audaces de
tomar la decisión de vivir la Verdad sin ningún intermediario, es decir, de
convencernos de que somos ese trasfondo del Ser, no nos parecería tan difícil
ni lejano. Es cierto que muchos
agregados se han ido añadiendo como explica la advaita, en el tiempo; pero
puedo vivir lo Real directamente, a pesar de todo. Puedo vivir la Verdad a
pesar del pensamiento. Puedo vivirla a pesar de las sensaciones e imágenes que
los sentidos crean en la mente.
Todas las tradiciones
religiosas y filosóficas han dicho siempre que si el ser humano quiere
descubrir lo Real, si quiere comenzar el camino de vuelta hacia la Verdad,
tiene que des-identificarse del mundo de representaciones e imágenes que crea
el conjunto mente-sentidos corporales.
En la vía mística de San
Juan de la Cruz está explicado en tres etapas:
1) "Olvido de lo
creado". Es decir, de lo que el pensamiento crea en el tiempo, a través de
las imágenes de los sentidos.
2) "Recuerdo del
Creador". Tomar conciencia de lo Eterno, del trasfondo de la conciencia.
3) "Atención a lo
interior". Lo que indica claramente un dar la vuelta a la conciencia y
volverla al origen.
Por último, expresa San
Juan la vivencia de la contemplación con una sencilla y evocadora frase, aunque
un poco ajena a la advaita por su carga afectiva. Dice así: "Y estarse
amando al Amado".
Con ese estado
contemplativo termina el movimiento de la mente. Quedarse ahí, simplemente
amando o contemplando, es vivir la Verdad, y no es algo estático o pasivo, como
parece, visto desde la mente condicionada, es el comienzo de los sin comienzo
ni fin.
No interfiere esta
contemplación ni en las actividades ni en ninguna cosa externa, ya que actúa
cada una en su plano de funcionamiento, como una máquina bien dirigida y libre
de obstrucciones. Nada cambia exteriormente. Sólo el apego o identificación se
desvanece suave pero irremisiblemente, sin hacer ruido, transformándolo todo en
luz y en libertad.
Concluiremos diciendo que
si me aferro a lo limitado, sea lo que fuere, estoy perdiendo por distracción
la Verdad ilimitada.
Descubrir la Verdad me
libera de las limitaciones de la conciencia superficial, pero sobre todo me
libera de la angustia existencial que produce el vivir lo falso. Conforme lo
falso va perdiendo fuerza en mí, la libertad crece desde dentro.
Consuelo Martín
Fuente://www.advaitainfo.com/