-Maestro,
¿cómo puedo enfrentar el aislamiento?
-Limpia tu casa. A fondo. En todos los rincones. Incluso los que
nunca tuviste ganas, el coraje y la paciencia de tocar. Haz que tu casa sea
brillante y cuidada. Quita el polvo, las telarañas, las impurezas. Incluso las
más ocultas. Tu casa te representa a ti mismo: si cuidas de ella, también te
cuidas.
-Maestro
pero el tiempo es largo. Después de cuidar de mí a través de mi casa ¿cómo
puedo vivir el aislamiento?
-Arregla lo que se puede arreglar y elimina lo que ya no necesitas. Dedícate
al remiendo, borda los arranques de tus pantalones, cose bien los bordes
deshilachados de tus vestidos, restaura un mueble, repara todo lo que vale la
pena reparar. El resto, tíralo. Con gratitud y con conciencia de que su ciclo
ha terminado. Arreglar y eliminar fuera de ti permite arreglar o eliminar lo
que hay dentro de ti.
-Maestro
y ¿luego qué? ¿Qué puedo hacer todo el tiempo solo?
-Siembra. Incluso una semilla en un jarrón. Cuida una planta, riégala
todos los días, háblales, dale un nombre, quita las hojas secas y las malas hiervas
que pueden asfixiarla y robarle energía vital preciosa. Es una forma de cuidar
tus semillas interiores, tus deseos, tus intenciones, tus ideales.
-Maestro
¿y si el vacío viene a visitarme? ¿Si llegan el miedo a la enfermedad y a la
muerte?
-Háblales. Prepara la mesa para ellos también, reserva un lugar para
cada uno de tus temores. Invítales a cenar contigo. Y pregúntales por qué
llegaron desde tan lejos hasta tu casa. Qué mensaje quieren traerte. Qué
quieren comunicarte.
-Maestro,
no creo que pueda hacer esto...
-No es el aislamiento tu
problema, sino el miedo a enfrentar tus
dragones interiores. Esos que siempre quisiste alejar de ti. Ahora no
puedes huir. Míralos a los ojos, escúchalos y descubrirás que te pusieron
contra la pared. Te han aislado para poder hablar contigo. Como las semillas
que sólo pueden brotar si están solas.
Zen Toyo
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