Referirse
a un no-saber es sagrado. La espiritualidad que aprendemos, que estudiamos, no
tiene ningún carácter sagrado. Es una miserable escenificación para personas
que tienen miedo a vivir. La
espiritualidad surgida de lo sagrado es no pensada, no organizada, no
elaborada, no utilizada. Esta espiritualidad es lo sagrado.
La
espiritualidad no es un refugio, un medio, una muleta. No está para compensar
el fracaso de la vida. Es un dinamismo, el presentimiento de que los
acontecimientos de la vida tienen un sentido más allá del pensamiento. La
espiritualidad es este presentimiento de la humildad, de un total no-saber.
Cuando me despierto a esta no-comprensión de la vida, cuando dejo de pretender
explicar lo que me pasa, necesitar esto o pensar que aquello no debería haberse
producido, hay humildad. Se acabó la pretensión de saber lo que es o no es
justo para mí y para el mundo. Se produce una escucha. Esta escucha es lo
sagrado, la espiritualidad misma.
Todo saber espiritual es
una miserable caricatura. Toda enseñanza Y codificación espirituales son actos
de ciegos guiando a ciegos. El saber procede del pensamiento, de
la memoria. ¿Qué puede haber de sagrado en ello? Lo que es sagrado es el
sentir, la disponibilidad para la belleza, para la vida. Ello se actualiza en
todos los ámbitos, pero nunca se puede actualizar formalmente. Cuando te
enamoras, no lo sabes. Hay una efervescencia. El día que te dices estoy
enamorado, se acabó, has abandonado la autenticidad, has creado una situación.
Cuando estás realmente enamorado, cuando amas profundamente a alguien, lo
ignoras. Cuando te dices amo a alguien, te estás contando una historia. La
belleza no es conceptualizable. La alegría no se puede degustar. Cuando estás
en la ópera, hay momentos de no-saber, de puro gozo. Pero si intentas degustar
la emoción, ello provoca una forma de conflicto. No hay nada que degustar. La
espiritualidad que da seguridad sólo tiene valor a nivel psiquiátrico. La espiritualidad que sabe lo que es
preciso hacer, o qué no hacer, qué es justo o injusto, moral o no, participa de
los parapetos dispuestos por la sociedad. Puede tener un valor a nivel
jurídico, pero no conlleva nada sagrado. Es una ideología.
Las
ideologías proceden del miedo. Sin miedo no hay necesidad de ser nada, de
identificarme con esto o aquello. Es el
miedo lo que me inventa. Creerse francés, blanco, negro, judío, rico,
pobre, budista, hindú, cristiano, ateo: todo proviene del miedo. En un
movimiento de no-miedo, no reivindico nada de nada. Esta no-reivindicación abre
a la disponibilidad. Todo lo que se me aparece se convierte en cercano, fácil,
profundamente yo mismo. No encuentro más que a mí mismo. No hay nada extraño.
Si
algo me resulta extraño, ello significa que estoy en un cuento, una pretensión
de ser alguien. ¿Puedo hacer un gesto sin pretender algo? ¿Puedo mirar un árbol
sin saber, sin intentar encontrarme en mi saber sobre el árbol? Esta
observación, este cuestionamiento es espiritual. ¿Puedo no esperar nada un
instante? ¿Estar completamente presente? Entonces no hay ninguna codificación
posible; no me puedo poner esta disponibilidad en el bolsillo y pretender: Estoy
disponible.
Pero
intentar encontrarse en el cristianismo, el budismo, el hinduismo o el islam;
tener la necesidad de poseer un marido, hijos, un amante; necesidad de
identificarse con un país, una nacionalidad, un color, una raza, un equipo de
fútbol, unos gustos literarios, cinematográficos, etc.: esta espiritualidad
está relacionada con la patología. Si la gente no defiende estas imágenes
piensa que no tiene nada. Está preparada para luchar para conservarlas... Ello
está enteramente justificado, pero no nos concierne aquí. Nuestras reuniones
están hechas para quienes presienten que, cuando paran de inventar algo, ya no
hay pertenencia posible; que todas las religiones, las razas, las etnias, los
saberes, las nacionalidades no son más que inventos del miedo; que la cultura,
el mundo, la sociedad son otros tantos inventos para no ver en profundidad.
Hasta
que no se llega a esta convicción, es justificado creerse francés, budista o
casado: sin estas creencias todavía se necesitarían más clínicas psiquiátricas.
En un momento dado, ya no necesitas apropiarte de lo que sea; prosigues con tu
funcionamiento exterior, pero ya no te adhieres a estos sistemas de defensa
codificados en seudo-saberes. La belleza
de la vida está en el instante. No puede limitarse a un marco. En el instante
estoy libre de todo marco. En apariencia sigues siendo esto o lo otro, pero
profundamente ya no te sientes limitado. Esta espiritualidad no tiene forma ni
nombre.
Éric
Baret
Fuente:
http://www.advaitainfo.com/
excelente reflexion. gracias.
ResponderEliminarGracias a ti por pasear por aquí. Namaste
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