Hombres
y mujeres se buscan a sí mismos, pero generalmente se distraen con placeres
pasajeros y ciertas adicciones. A menudo olvidamos o ni siquiera llegamos a
tener presente nuestros sueños y propósitos, nuestro camino espiritual. Nos
distraemos, nos entretenemos con relaciones donde perdemos parte de nuestra
consciencia, a veces durante demasiado tiempo. Descuidamos los alimentos del
alma, aquello que verdaderamente nos nutre. El proceso de estar
consciente de continuo sin sucumbir a las distracciones, adicciones y
pseudorelaciones no es fácil. Necesitamos
recordarlo una y otra vez para reconducirnos al sendero de la consciencia,
comprometernos de verdad con nuestro proceso.
Es
muy frecuente que las mujeres elijan hombres creyendo que podrán cambiarles con
su amor, lo cual nunca sucede. Más bien se enganchan a una dinámica de rechazo
y no aceptación que socava la relación. Otras veces sufren muertes lentas
detrás de una esplendorosa fachada. Cuando una mujer se da cuenta de lo
atrapada que está puede buscar una salida. Atrapada tanto por una fuerza
exterior como por una interior, por ella misma. Lo peor es ser la propia
“carcelera”, el asumir el desvalimiento y participar en la propia destrucción. Es un momento crítico en el que puede tomar
la decisión de poner fin a esa situación, y para ello necesita conectar con su animus,
con su energía masculina, una energía con movimiento y dirección que la ayudará
a conseguir lo que se proponga.
Según
la psicoanalista jungiana Clarissa
Pinkola Estés, las mujeres deben esmerarse en elegir y relacionase
con sus amigos o amantes. Muchas veces la mujer transfiere su fuerza y poder en
nombre del amor, y esa clase de “amor” destruye la conexión con la fuerza
femenina. Es preciso entonces recuperar aspectos que se habían depositado en el
otro, como la fortaleza o la seguridad. Las mujeres deseamos un encuentro
profundo e íntimo, y a menudo nos desgastamos y vaciamos de nosotras mismas.
Nos entregamos al amor sin saber que para entregarse primero se ha de ser dueña
de sí misma. La mujer necesita un amigo
que también esté conectado con su corazón, que la respete profundamente, que
preste apoyo a esa fuerza genuina femenina. Un verdadero amigo del alma.
La Mujer
Salvaje desea un compañero que sea como ella, que se le pueda
igualar. Según Pinkola Estés, si las mujeres quieren que los hombres las
conozcan de verdad tienen que enseñarles un poco de sabiduría profunda. Muchas
mujeres se han cansado de tratar de enseñar a hombres que no quieren aprender.
Ahora bien, cuando ellos están dispuestos es el momento de revelarles porque su
alma lo demanda.
Para ganarse el corazón
salvaje de una mujer el compañero tiene que comprender la doble naturaleza de
ella, sus dos polaridades, el masculino y el femenino, el animus y
el ánima. Cuando una mujer desarrolla
únicamente uno de las dos polaridades esta desequilibrada, lo que le impide el
acceso a su fuerza interior. Generalmente la mujer busca su parte masculina
en el hombre, con lo cual deposita su fuerza y dirección lejos de ella. Ahora
bien, esta doble naturaleza de las mujeres cuando están unidas en la conciencia
y funcionan de manera integrada proporcionan un enorme poder.
Las mujeres desean
encontrar un compañero que tenga la paciencia y el ingenio para comprender su
naturaleza profunda. Una mujer que quiera que su compañero la
conozca de verdad tiene que conseguir que él le pregunte: “¿Qué es lo que
quieres?”, “¿Qué es lo que quiere tu yo profundo?”. Y si realmente se quieren
conocer ella habrá de preguntarle a su vez lo mismo. El Hombre Salvaje, el amigo, compañero y amante más estimable es aquel
que desea aprender.
El compañero de la Mujer
Salvaje es el que posee tenacidad y paciencia espiritual, el que tiene voluntad
para atisbar la naturaleza profunda de la mujer, el que regresa para comprender
sin alejarse por aquello que le aparta de su propósito, el que no hace uso de
ese conocimiento para ejercer su poder sobre ella. Un hombre que capta su
auténtica naturaleza, se deja sorprender, atemorizar y siente reverencia por lo
que percibe y ve. Y permanece ahí, con ella. Porque amar el placer es muy fácil, para
amar verdaderamente se requiere de un “héroe” capaz de manejar su propio miedo.
Además, para crear un amor
duradero ambos han de aceptar los ciclos Vida/Muerte/Vida e integrar la
transformación en la relación, las sucesivas muertes y renacimientos, la
infinidad de finales y comienzos que acontecen a lo largo de la relación.
Hay que saber cuándo las cosas tienen que nacer y cuando hay que dejarlas
morir. Dejar morir las falsas ilusiones, las expectativas, las fantasías de un
amor agradable y romántico. Atravesar las diferentes fases eligiendo amar y
permanecer al lado de alguien. Quedarse, cuando lo que se quiere es echar a
correr. El Hombre y la Mujer Salvajes pueden conocer y compartir sus
naturalezas instintivas con la confianza de que cualquier cosa que ocurra entre
ellos será transformativa.
Es
preciso comprender al otro y fortalecer la propia capacidad de amar. Amar a pesar de los miedos y las dudas, a
pesar de las heridas y anteriores desengaños. Amar las heridas, carencias y
partes “feas” del otro también, porque sin una tarea que
suponga un reto no puede haber transformación. Es necesario un corazón dispuesto a morir y nacer, y a volver a morir y
nacer una y otra vez. Un hombre que
prefiera arriesgarse a explorar un territorio desconocido a permanecer en el
seco y cómodo espacio conocido, a sabiendas de que aquello que teme es
precisamente lo que le ayuda a sanar. Hay un guerrero espiritual en
aquellos hombres que en su interior saben que quieren vivir, exponerse,
entregarse, arriesgarse a abrir el corazón y amar. Un guerrero sabio que no
tiene miedo a la muerte.
Un
Hombre Salvaje es aquel que se atreve a curar sus heridas y disolver sus
proyecciones, que se atreve a llorar su dolor y toma conciencia de cómo su
existencia defensiva le ha protegido del amor. Un hombre que permita que se le rompa la coraza de su corazón y deje
que brote un amor tan inmenso como el océano, que es lo que tiene para ofrecer
a la mujer, para amarla plenamente, sin reservas. Cuando un hombre entrega
su corazón se convierte en una fuerza asombrosa, se vuelve fértil; cuando
integra su parte femenina intuitiva se vuelve inspirador. Al enfrentarse a la
propia herida con compasión, al entregar su corazón el hombre lo gana todo, se
completa. Ya no le teme a la fuerza salvaje de la mujer ni a los ciclos
Vida/Muerte/Vida. Cuando integra su
espíritu salvaje restituye su lugar de dignidad.
Algunas
personas tienen el privilegio, después o mientras realizan un profundo trabajo
interior, de crear un amor encarnado, hecho de pasión, confianza, afecto y
compromiso. Una relación que se experimenta como una oportunidad de expandir el
corazón y aprender a amar más profundamente.
El otro es un buen amigo, alguien en quien confiar y ante quien desnudarse
emocionalmente para mostrar las heridas y carencias sin temor. Una relación en
la que comunicarse íntimamente, sin máscaras ni juegos defensivos. Al dejarse
ver, al amarse de esta manera, al vivir una sexualidad sagrada se sanan
mutuamente. En el compromiso de
crecer juntos se transforman uno al otro y transforman su realidad. Sabiéndose
seres completos en proceso de crecimiento se embarcan en un viaje de
autoconocimiento en el que descubren en el compañero, en la compañera un
“tesoro espiritual”. En la intimidad renuevan su amor mirándose a los ojos,
aullando al unísono, dejándose conmover por el alma salvaje del otro. La
relación es una vía espiritual para despertar a la totalidad de su Ser. Un
vínculo así es una verdadera fuerza de la naturaleza.
A las mujeres que se
desesperan al ver que pasa el tiempo y su compañero no aparece les digo: no
desistas, sigue nutriendo tu día a día, ten fe, pídeselo al Universo y confía
en que la vida lo traerá. Mientras tanto, conecta con tu instinto, vive,
disfruta, crea, amate a ti misma, prepárate para abrirte al amor. Todo llega si
de verdad creemos que nos lo merecemos. Ellos se están preparando, también.
Como está escrito en Mujeres que corren con lobos: “Dicen que todo lo que
nosotros estamos buscando nos busca a nosotros y que, si nos quedamos quietos,
nos encontrará. Es algo que lleva mucho tiempo esperándonos. En cuanto llegue,
no te muevas. Descansa. Ya verás lo que ocurre a continuación”.
Ascención
Belart
Fuente:
https://ascensionbelart.wordpress.com/
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