La
verdad es que no somos los hacedores de la vida. La vida hace lo que hace, y
solo después llega el pensamiento y se atribuye la autoría de cosas que nunca
hizo. El pensamiento dice: "¡Yo he hecho eso! ¡Yo he hecho que ocurra!
¡Tengo la vida bajo control!", y nos lo creemos hasta el día que morimos.
Así
que decimos: "Veo un árbol", y esa afirmación nos obliga a
preguntarnos: ¿quién es el que ve el árbol? ¿Hay dos cosas: la vida y yo, el
árbol y la entidad que lo ve? ¿O acaso existe la sola realidad homogénea
indivisible, inefable, unificada que es la vida misma, una realidad que no
puedo de ninguna manera separar de mí? Cuando regreso a la experiencia
presente, lo único que encuentro es un ver sin esfuerzo que está sucediendo
ahora mismo, sin ninguna división entre el que ve y todo aquello que está
viendo. La vida no tiene fronteras. Ver no tiene dentro y fuera. Hay
simplemente ver, simplemente formas, colores y texturas que aparecen en la
vasta percepción consciente que soy. Sencillamente, no puedo encontrar la línea
divisoria entre lo que soy y todo lo que aparece. No puedo encontrar el lugar
donde yo termino y la vida empieza. Tal vez la línea no existe ni nunca haya
existido.
Es
más tarde cuando el pensamiento dice: "Yo. Yo veo. Yo veo... un
árbol". Ahora parece que haya dos cosas: el árbol y yo. Ahora me siento
separado del árbol de un modo inexplicable; parece que estuviera, no se sabe
cómo, fuera de mí. A cierto nivel, ahora me siento limitado y echo de menos el
hogar; me siento separado del árbol y añoro la unión. Me siento separado del
cielo, me siento separado de mi cuerpo, de ti, y añoro la unión. Pero antes del
pensamiento, antes del sueño de dentro y fuera, ¿existe realmente algo que nos
separe? ¿Acaso lo único que existe no es intimidad? ¿Hay necesidad de
"re-unión" cuando ya hay unión?Antes
del pensamiento, ¿quién está separado de la vida? ¿Quién está incompleto? ¿Quién
añora la unión?
Jesús
dijo una vez: "Tienes que perder la vida para salvarla". Siempre me
había desconcertado esta frase ―parece la paradoja suprema―, hasta que me di
cuenta de que quizá se refería a la intimidad total entre lo que soy, en
esencia, y la vida en sí. Así son las cosas, en el lugar donde sería de esperar
que encontrara una entidad llamada "yo", lo único que de verdad
encuentro es esta asombrosa danza de olas, y nada que me separe de ellas. En la
ausencia del yo, encuentro la presencia del mundo. El mundo y yo estamos
enamorados ―en el verdadero sentido de la palabra "Amor"―. Pierdo la
identificación con "mi vida" y descubro mi inseparabilidad de la vida
en sí. Descubro que no soy una consciencia, un alma o un espíritu desencarnados
separados de la vida, flotando sobre, más allá o detrás de la vida, o que hayan
existido antes o existan después de la vida. Soy la vida.
La
experiencia presente está tan llena de visiones, sonidos, olores y sensaciones
que no queda sitio para un yo separado. ¡La vida me excluye!
Nisargadatta Maharaj pronunció estas bellas
palabras: "La sabiduría dice que no
soy nada. El amor dice que lo soy todo. Entre ambos fluye mi vida".
Como vasto océano de Ser, no eres nada en particular. No eres un yo ni un tú.
Lo que eres es el inmenso espacio abierto en el que todo sucede, y reconocer
esto da claridad y sabiduría. Pero la claridad y la sabiduría no están
completas sin su reflejo: el Amor. Y el
amor nace de reconocer que, como espacio abierto, como océano, lo que eres acepta
incondicional y profundamente todas las olas que aparecen..., todas las
visiones, sonidos, olores y sensaciones que están apareciendo ahora. Todo es
inseparable de la nada que eres. En tus ojos, todo es Amado. El reconocimiento
de la sabiduría está verdaderamente incompleto sin el reconocimiento del Amor.
Jeff
Foster
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