A veces es mucho más terapéutica
una escucha que una palabra, pero también muchas veces es más terapéutico un
abrazo que la distancia.
Durante principios del siglo XX Freud fue desarrollando su práctica analítica,
para ello fue determinando maneras de comportarse, y de abordar la terapia.
Posteriormente otros terapeutas tomaron el modelo y lo fueron llevando por
diferentes lugares estableciendo nuevas corrientes.
No importa definir quién fue el primero, sino entender que "el formato" tiene su genealogía y su razón de ser. Pero que ha influido en la forma en que hoy se hace terapia. El lugar del analista, el lugar del psicólogo como un encuadre que la experiencia fue llevando a sobre determinar, estableciendo las pautas necesarias para que la terapia llegue a buen puerto. Pensándolo en base a intelectualizaciones, explicaciones profundas pero por sobre todas las cosas, en base a temores, por lo general, exagerados.
No importa definir quién fue el primero, sino entender que "el formato" tiene su genealogía y su razón de ser. Pero que ha influido en la forma en que hoy se hace terapia. El lugar del analista, el lugar del psicólogo como un encuadre que la experiencia fue llevando a sobre determinar, estableciendo las pautas necesarias para que la terapia llegue a buen puerto. Pensándolo en base a intelectualizaciones, explicaciones profundas pero por sobre todas las cosas, en base a temores, por lo general, exagerados.
Bajo este criterio,
entonces, podríamos definir ciertas condiciones en las que tradicionalmente se
ha colocado al terapeuta y la terapia.
El trato, por ejemplo, suele ser formal, algunas veces incluso paciente y terapeuta se tratan de usted. En los más tradicionales el psicólogo debe estar fuera de la vista del paciente, pero si está presente, su semblante no debe demostrar repercusión alguna de lo que escucha, para no influir en la persona que está tratando. El lugar debe ser presentable, ordenado, limpio, y no debe haber información adicional que le proporcione al paciente indicación sobre quién es el terapeuta fuera del consultorio, porque esta información tal vez pueda influir en su discurso. El terapeuta debe tener mucha conciencia y cuidado de decir algo que esté influido por su vida, por sus experiencias y debe funcionar de manera ecuánime a los postulados del paciente. No debe compartirse con el paciente mates ni tampoco utilizar la información que el paciente da para beneficio propio.
Estas y un sin fin de ecuaciones "éticas" han marcado la psicología y la forma de hacer terapia durante mucho tiempo.
El trato, por ejemplo, suele ser formal, algunas veces incluso paciente y terapeuta se tratan de usted. En los más tradicionales el psicólogo debe estar fuera de la vista del paciente, pero si está presente, su semblante no debe demostrar repercusión alguna de lo que escucha, para no influir en la persona que está tratando. El lugar debe ser presentable, ordenado, limpio, y no debe haber información adicional que le proporcione al paciente indicación sobre quién es el terapeuta fuera del consultorio, porque esta información tal vez pueda influir en su discurso. El terapeuta debe tener mucha conciencia y cuidado de decir algo que esté influido por su vida, por sus experiencias y debe funcionar de manera ecuánime a los postulados del paciente. No debe compartirse con el paciente mates ni tampoco utilizar la información que el paciente da para beneficio propio.
Estas y un sin fin de ecuaciones "éticas" han marcado la psicología y la forma de hacer terapia durante mucho tiempo.
Más allá de los
fundamentos teóricos, en las últimas décadas, hay una marcada tendencia a
modificar estos aspectos rígidos de las terapias. Por mi parte, entendí que
tenía mejores resultados cuando no intentaba imponer esa distancia, ni esa
formalidad clásica. Me di cuenta que al tomar un mate con mis pacientes, por
ejemplo, no estaba interfiriendo en su proceso de sanación y que, al contrario,
la curación y el vínculo se establecía de manera más efectiva. Y también pude
darme cuenta que hubo veces que el paciente comenzaba a mejorar después de un
abrazo de despedida. En definitiva, el trato más humanitario, menos
restringido, y sobretodo EMPÁTICO me facilitó el trabajo. Hoy en día creo,
confío y entiendo que desde mi manera de abordar la cuestión, el contacto
visual con el paciente es menester, que es necesario poder establecer un contacto
visual, tal vez el contacto visual que le faltó o a veces para abordar esa
dificultad que siente la persona cuando es mirado. La lectura gestual, y
también la resonancia en mi propio cuerpo de lo que dice.
En este sentido ofrezco mi cuerpo como una caja de resonancia, un laboratorio en donde trato de trabajar con lo que la persona trae para poder devolver algo que a ella le permita atar los hilos necesarios y establecer su proceso de curación.
En este sentido ofrezco mi cuerpo como una caja de resonancia, un laboratorio en donde trato de trabajar con lo que la persona trae para poder devolver algo que a ella le permita atar los hilos necesarios y establecer su proceso de curación.
Hoy en día me parecen
absurdos ciertos códigos de ética, ciertos formalismos innecesarios, aunque,
obviamente, hay que tener en cuenta el caso por caso, y poder identificar
cuándo esta manera de abordar puede llegar a ser un impedimento. Por lo pronto
puedo decir que en mi experiencia fue un impedimento en un porcentaje ínfimo de
tratamientos y que atender desde el amor y la compasión fue la mejor
herramienta que pude adoptar como terapeuta. Muchas veces me he encontrado con
personas que llegan y me comentan que sintieron los silencios, o la
inexpresividad de sus anteriores psicólogos como algo doloroso. No es mi
intención criticar a nadie, sino poder pensar sobre estos aspectos, y observar
qué en nosotros nos lleva a tomar posturas a veces extremas.
Lic Rodolfo Falcón.
Fuente: http://eligiendocamino.blogspot.com/
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