Me
tienes en tus manos
y me
lees lo mismo que un libro.
Sabes lo
que yo ignoro
y me
dices las cosas que no me digo.
Me
aprendo en ti más que en mi mismo.
Eres
como un milagro de todas horas,
como un
dolor sin sitio.
Si no
fueras mujer fueras mi amigo.
A veces
quiero hablarte de mujeres
que a un
lado tuyo persigo.
Eres
como el perdón
y yo soy
como tu hijo.
¿Qué
buenos ojos tienes cuando estás conmigo?
¡Qué
distante te haces y qué ausente
cuando a
la soledad te sacrifico!
Dulce
como tu nombre, como un higo,
me
esperas en tu amor hasta que arribo.
Tú eres
como mi casa,
eres
como mi muerte, amor mío.
Jaime
Sabines
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