Hay un mundo de diferencia
entre las creencias, suposiciones, conclusiones, evaluaciones y juicios que
surgen de la ignorancia de sí mismo y el discernimiento que surge de la
facultad de la discriminación. Lo que pensamos y experimentamos que somos
nosotros mismos y lo que pensamos y experimentamos que son los
objetos se deriva de la ignorancia de sí mismo. El discernimiento es la
discriminación que surge cuando nos damos cuenta de la verdad de quién y qué
somos realmente. A la luz de esta verdad la naturaleza de los objetos se hace
evidente. El discernimiento no viene de nuestras creencias, suposiciones,
conclusiones, evaluaciones y juicios. Viene de conocer claramente la diferencia
entre lo que es cambiante y lo que es inmutable, entre lo que va y viene y lo
que siempre está presente – eso en lo que aparecen las idas y venidas de la
vida.
Debido a que el
discernimiento que recomienda el Vedanta como medio de iluminación se articula
con palabras, es fácil concluir que el Vedanta no es más que una disciplina
intelectual y es, por tanto, inútil como medio de iluminación. Esta confusión
se basa en el hecho de que el lenguaje puede expresar tanto la ignorancia de lo
que somos como la verdad de lo que somos. El lenguaje se utiliza generalmente
para expresar nuestra experiencia desinformada de los objetos. Pero no va a
expresar la realidad de los objetos si quien utiliza las palabras no entiende
la insustancialidad y transparencia de los objetos. Sin embargo, alguien que
conoce la verdad puede expresar con palabras la realidad de los objetos y la
naturaleza de la conciencia en la que tiene lugar la experiencia de los
objetos.
Porque el lenguaje sirva
principalmente a la ignorancia no es una buena razón para confundir la
ignorancia con el lenguaje y descartar a ambos. La verdad puede tomar la forma
de las palabras. Es cierto que lo que normalmente pensamos y decimos no son
fieles a la naturaleza de nuestra experiencia, pero porque un martillo pueda
usarse para matar no significa que no tenga otros usos. El pensamiento y el
lenguaje no tiene por qué ser un problema en el camino hacia la iluminación a menos
que nazcan de la ignorancia de la naturaleza de la realidad. El pensamiento y
el lenguaje que surgen a partir del conocimiento de la realidad se convierten
en un medio de iluminación.
El Vedanta es único en que
la verdad vive en las palabras como comprensión activa del maestro. Su
revelación puede discernirse por cualquier persona que escuche con una mente
abierta, una mente desprovista de creencias, suposiciones, conclusiones,
evaluaciones y juicios. Cuando la exposición de la verdad ocurre, la comprensión
en el maestro se vuelve al mismo tiempo activa en el estudiante. Cuando esto
ocurre, el estudiante descubre que él mismo o ella misma es la
verdad. El estudiante no hace otra cosa que exponer su mente a la comprensión
viva del maestro. Si el maestro está transfiriendo información, repitiendo la
doctrina o exhortando al buscador a que se dedique a la práctica espiritual no
tendrá lugar ninguna transformación.
La exposición a la verdad
de lo que ya es nos hace libres, no el maestro, la enseñanza o el estudiante;
estos son simplemente los medios. Cuando la verdad se hace evidente, al mismo
tiempo se vuelve activa en nuestra vida diaria como una forma de pensar, sentir
y actuar. Se manifiesta como una forma de ser que no es del mundo, sino muy del
interior.
No es que tengamos la vida
diaria por un lado y la verdad por el otro. Las nociones de una libertad
espiritual separada de la vida diaria son ilusorias y se basan en el
auto-engaño. Nuestra vida cotidiana revela claramente si estamos viviendo desde
la ignorancia o si estamos viviendo desde el Sí mismo. Vivir desde el Sí mismo
es cualitativamente diferente de vivir desde la ignorancia. En primer lugar, no
está determinado por el miedo, el odio y el deseo. En un examen honesto de
nuestra vida cotidiana, se encontrará que estos tres factores normalmente nos
motivan. No son unos motivadores adecuados porque son causados por la
ignorancia de nuestra verdadera naturaleza. Son la fuerza dinámica de la que
surge la vida humana cotidiana con toda su estupidez, violencia y espejismos de
bondad.
Nuestra mente personal,
que consiste en todas nuestras creencias, suposiciones, conclusiones,
evaluaciones y juicios, nunca puede convertirse en un medio de conocimiento de
la verdad de lo que realmente somos. Este tipo de pensamiento se basa en la
interpretación inadecuada de las experiencias generadas por ignorancia del Sí
mismo. Lo mismo vale para los sentidos. Los sentidos sólo nos informan de la
aparición de las cosas. Al igual que la mente son medios inadecuados de conocimiento
de Sí mismo.
Los sentimientos o
emociones pueden ser útiles para informarnos de cómo se sienten los demás y nos
empujan a hacer lo que sea necesario para enfrentarnos a situaciones
existenciales desagradables. Pero cuando están basados en la ignorancia y lo
personal y no están relacionados con hechos objetivos, nos impulsan a actuar de
manera destructiva y destruyen la claridad mental que necesitamos para vivir
felizmente. No dejan lugar al desapasionamiento, un medio necesario para la
indagación de Sí mismo. Pero ya sean útiles o inútiles, nunca pueden ser un
medio adecuado de conocimiento de Sí mismo. La creencia de "si no puedo
sentirlo, no es verdad" no es cierta porque la conciencia, el Sí mismo,
nunca es un objeto de sensación.
Nuestra estructura
psicológica puede subsistir sin hacer referencia al conocimiento de Sí mismo.
Las acciones procedentes de nuestros pensamientos, sentimientos o sentidos no
nos van a llevar al conocimiento de Sí mismo. Todos estos esfuerzos son
inútiles. Por lo tanto tenemos que exponernos a un medio de conocimiento que
trascienda nuestra psicología y sin embargo nos lleve a la comprensión de
nuestra identidad como conciencia.
¿Qué conciencia? La
conciencia ordinaria que está justo aquí, justo donde estamos. La conciencia simple
que registra todas las actividades aparentes sensoriales, emocionales y
mentales. El Vedanta como medio de conocimiento de Sí mismo no nos lleva a un
distante conocimiento místico, sino que nos lleva a la comprensión de la
realidad de lo que realmente somos. Es peculiar en que lo que realmente somos
no es un objeto dentro de la conciencia, sino que somos eso en que todos los
objetos aparecen y desaparecen.
Este conocimiento no es el
conocimiento de las palabras. Es la comprensión de la transformación que se
obtiene en la mente después de escuchar, reflexionar y contemplar los
significados que provienen de las palabras de las Escrituras. Estos
significados, que vienen vivos y activos a través del maestro y la enseñanza,
son los medios para revelar quiénes y qué somos en realidad. El Vedanta no
aprueba una comprensión que no transforme nuestra vida cotidiana hasta el punto
de alinearse con la verdad. No vamos a convertirnos en un hacedor personal
viviendo una vida virtuosa, como resultado de nuestro conocimiento de lo que
somos, aunque pueda parecerlo. Es más simple que eso: no podemos dejar de
expresar lo que somos. Si estoy enojado, tengo una vida enojada. No tengo que
esforzarme para vivir de esta manera; sino que se vive por sí mismo. Del mismo
modo, cuando estoy siendo yo mismo en el más amplio sentido de la palabra, no
puedo dejar de vivirlo. Ningún esfuerzo está implicado.
En la práctica, esto
significa que si estoy confundido, hostil, triste o preocupado y actúo de
manera destructiva hacia mí o hacia otros, soy ignorante de que yo soy el Sí
mismo. Pero todas estas expresiones desagradables de mi ignorancia son útiles
si me motivan a indagar en mi naturaleza mientras surgen. Así que no trato de
mejorarme o de cambiarme a mi mismo porque esos esfuerzos se basan en la
suposición de que soy la persona que experimento ser y no en quien yo soy. Más
bien, hago una pausa y empiezo a reflexionar sobre un significado que proviene
de la escritura que es relevante para mi sufrimiento presente. ¡Qué extraordinario
que mientras la verdad de ese significado se evidencia y activa en mí, me
encuentro elevado más allá del sufrimiento presente! Mi situación externa puede
seguir siendo la misma, pero el sufrimiento que engendra se disuelve y me pongo
a pensar, sentir y hacer las cosas de una forma no personal, desapasionada.
Todos mis pensamientos, sentimientos y acciones se convierten en una función de
la comprensión que me abraza. Es extraordinariamente ordinario.
Si este cambio existencial
no se produce, recuerda una idea que ha sido dilucidada por la enseñanza.
Medita sobre ella en silencio. No es tu tarea entenderla, es tu tarea exponer
tu mente a ella y dejar que haga su trabajo. La idea "yo soy la
conciencia" es el significado más fundamental de las Escrituras. Si no
expones tu mente a ella, reflexionando sobre ella y contemplando la realidad de
ella tal como existe en tu vida, ningún cambio existencial sucederá. Cuando
examinas su significado con todo el corazón, la realidad a la que apunta se
hará tan clara como el cambio existencial que provoca.
Sin el uso del lenguaje
estos significados transformadores no estarían disponibles para nosotros. No
tendríamos una manera de exponer nuestras mentes a la verdad de lo que
realmente somos. Nos quedaríamos con las mentes llenas de la basura acumulada
de cultura espiritual.
Cuando nos enfrentamos a
problemas existenciales, la tendencia a ser anti-intelectuales y
"espirituales" a menudo nos hace creer que podemos simplemente sentir
nuestro camino a la realidad. Pero esto es como tratar de ver con nuestros
oídos. Si no tenemos ningún medio de conocimiento para llegar a la verdad ya
existente que nos hace libres, vivimos en un desierto espiritual. Sirviendo a
la ignorancia de uno mismo, el intelecto nunca puede conocer el Sí mismo, pero
se convierte en sabio cuando sirve a las enseñanzas de un medio válido de
conocimiento de Sí mismo como el Vedanta. Una herramienta usada para un
propósito equivocado no es una herramienta defectuosa. Demuestra su verdadero
valor cuando se utiliza como estaba previsto ser utilizada. El intelecto está
diseñado para la indagación de Sí mismo, no para hacer el trabajo de la
ignorancia.
El anti-intelectualismo
que suena tan fuerte en el mundo espiritual es comprensible porque muchos
maestros espirituales están auto-engañados y pretenden que la ignorancia que
comunican es realmente la verdad. Esto hace que los buscadores recurran a los
sentimientos o a la intuición o a la creencia ridícula de la pérdida del ego o
a la fantasía de que algún tipo de experiencia increíble les hará libres. Esta
postura anti-intelectual les aprisiona dentro de los límites de sus sentidos,
emociones y pensamientos y hace que no estén disponibles para la acción
transformadora de un medio legítimo de conocimiento.
James Swartz
Fuente: Advaita Vision