Una
anciana es una mujer madura con entusiasmo, pasiones y alma. Si aspiras a ser
una de ellas, has de saber que el secreto está en ti misma, siempre y cuando la
mente, el corazón y el cuerpo todavía sigan funcionando razonablemente bien, y
por tu parte valores el hecho de estar viva. Hablando en sentido metafórico,
las tres fases lunares (creciente, llena y menguante), las tres fases de la
diosa antigua (doncella, madre y anciana) y los tres indicadores biológicos de la
menarquía, la menstruación y la menopausia, dividen la vida de las mujeres como
si se tratara de una obra de teatro en tres actos. Hemos llegado, pues, al tercer
acto, y el telón bajará cuando éste finalice.
En el tercer acto quizá tratemos
de enhebrar el significado de las anteriores etapas de nuestra vida, y con ello
nos encontremos absortas en algo nuevo. Alcanzamos conclusiones y desenlaces;
unas puertas se cierran, pero otras se abren. Sin tener en cuenta los detalles más
concretos, lo que da sabor a la vida es estar profundamente implicada en ella. Puede
que seas una anciana atrevida que ha descubierto la riqueza de la soledad y
puede que disfrutes de una vida y un espacio propios, sabiendo que sólo tienes
que agradarte a ti misma. A lo mejor eres una anciana atrevida, dispuesta a
abrir tu hogar y tu corazón a muchísimas personas, y cuya vida incluso podría
erigirse en pilar central de la actividad de una comunidad. Quizá seas una
mujer de edad avanzada y atrevida que ha encontrado un amante más joven. Igual
estás casada con la persona adecuada ("adecuada" respecto a tu manera
de ser y a lo que deseas de la vida).
Podría ser que contemplaras el mundo desde
la perspectiva de una turista, una peregrina o una voluntaria de una ONG. Es posible
que te dediques a leer y aprender acerca de todo aquello que te interesa
conocer. Quizá seas una activista que trabaja para conseguir mejorar un poco el
mundo. Tal vez te encuentras en una fase creativa de la vida, o bien te encanta
pasar el rato con tus nietos, o no, claro (lo cual dependerá mucho de cómo sean
ellos, y de como seas tú también). Otros pensarán (e incluyo a tus nietos) que
estás fuera de lugar y que
eres caprichosa o excéntrica porque puedes mostrarte auténtica y no te conformas
con el estereotipo que, según ellos, tiene que regir "a una mujer cabal de
tu edad". Es posible, por otro lado, que descubras que te has convertido
en el modelo inesperado que inspira a mujeres más jóvenes que tú, cuyas madres
sí que encajan con ese estereotipo.
Cuando
escribí Las diosas de la mujer madura: arquetipos femeninos a partir de los
cincuenta, era muy consciente de que "anciana" no era una palabra convencional
que pudieran aceptar las mujeres que pasaban de los cincuenta. "Mujer
madura", sin embargo, ya sonaba diferente. La yuxtaposición de estas dos palabras
parecía tanto una contradicción, en lo relativo a sus términos, como una feliz
posibilidad; "seca y vieja", a fin de cuentas, eran los adjetivos más
habituales asociados a "anciana". "Madura", en cambio, nos
trae a la mente metáforas que tienen que ver con la humedad y la jugosidad.
El
significado positivo de la palabra "madurez" implica placer. Es como
decir que la mujer que la posee está conectada a una fuente de electricidad o energía,
o bien que tiene la capacidad de provocar que determinadas cosas ocurran. Lo
que en verdad nos revitaliza es el amor incondicional, que es la única fuente
de energía que jamás se agota; al contrario, cuanto más entreguemos, con mayor
cantidad contaremos.
En la naturaleza,
la vitalidad (el estar vivo) significa que existe una fuente de agua que alimenta
un nuevo crecimiento y conserva la vida, que es húmeda. La humedad metafórica y
el fluir, tanto para la salud física como para el bienestar emocional, también
son esenciales. Los sentimientos genuinos y su expresión sin trabas son
húmedos. En períodos de dolor, las lágrimas de pesar fluyen. En la risa y la
alegría desinhibidas, las lágrimas fluyen. Implicarse en la vida y
comprometerse con ella es una proposición madura. Cada mujer madura recurre a
una fuente o a un acuífero profundo lleno
de significado que se halla en su mente.
Jean
Shinoda Bolen (“Las brujas no se quejan”)
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