El jivanmukta posee consciencia de
su cuerpo, de su vitalidad y de su mente. Puede reconocer la existencia del
dolor físico, atestiguar enfermedades e incluso bucear por sus propios
recuerdos. La única diferencia entre un jivanmukta y una persona común es la
capacidad de des-identificación que opera en su mente. Todo ser humano convierte
cualquier experiencia mental o física que realiza en algo propio, personal, a
tal punto que presume de conciencia individual y atestigua que es él quien
realiza la acción, pues se advierte a sí mismo como ejecutor de todo acto. Al
levantarse a la mañana es él quien hace el sobrehumano esfuerzo de retirar las
cálidas cobijas que le arropan en invierno; es él quien necesita asear su
cuerpo y vestirlo para alistarse antes de ingresar a su trabajo diario; es su
cuerpo quien tiene hambre y requiere de desayunar para tomar fuerzas. Así, cada
acción siempre se interpreta bajo la óptica de alguien que la realiza.
Toda persona común, en su lenguaje
cotidiano, siempre declina los verbos en primera persona cuando se siente
realizador de los actos. Piensa y habla diciendo: camino, trabajo, me aseo;
así, todas las actividades que implican acción se convierten en verbos
asociados a cualquiera de los pronombres personales: yo, tú, él, nosotros,
vosotros y ellos. El verbo, al declinarse, inmediatamente toma el matiz propio
de quien realiza la acción, tal como la lluvia que cae al mar adopta
inmediatamente el carácter salado del agua.
La des-identificación impide la
aparición del sentido de yo en la acción realizada, ya sea esta física o
mental. La mente procesa entonces la información sin que exista sentido de
apropiación ni pertenencia. La atención del sujeto permanece, pero no encuentra
un centro activo donde se presuma que existe el centro de la individualidad.
Entonces la acción se hace pero no hay quien la haga; hay saber pero no hay
quien sepa. Liberada la mente del sentido del yo cambia la modalidad de
percepción y se establecen nuevas reglas de cognición; son estas nuevas reglas
de cognición las que determinan la aparición de nuevos estados de conciencia.
El jivanmukta tiene la posibilidad
de convertir en objetos a sus pensamientos, esto es, puede experimentarse des
identificado de ellos. Normalmente cualquier persona se atribuye a sí misma la
condición mental que experimenta. Si por momentos está alegre, se define a sí
mismo de igual manera; si, por el contrario, se encuentra triste, de igual
manera asume dicho rol. Esta actividad psicológica que frecuentan los seres humanos
se parece a suponer que un vidrio totalmente límpido asume el color que su
natural capacidad de traslucir provee. Observando desde dentro de una casa a
través de los tabiques acristalados, estos entintan los diversos colores que el
paisaje visualmente transmite. Igual pasa con el sentido de identificación
mental humano: los sentimientos, pensamientos, sensaciones y pasiones se
integran con el yo combinándose y creando una entidad consciente que se
diferencia de cualquier otra individualidad. La mente le otorga a dicha
individualidad el sentido de pasado y la manera de fluir del tiempo, asegurando
al individuo tener una dirección evolutiva hacia el futuro. El jivanmukta, en
cambio, no posee un centro activo desde el cual obre y al cual podamos llamar ego.
La consciencia permanece activa pero no asume un rol individual. Lo conocido se
sigue conociendo, el conocedor sigue conociéndose; sin embargo, entre conocedor
y conocido no se advierte sentido de diferencia; ha nacido el sentido no-dual
de percepción.
También a los jivanmuktas, como
apunta la sloka y por la misma razón, se les llama los “grandes ignorantes” o
“los dos veces nacidos”, pues nacieron primero de un vientre y luego nacieron a
la percepción suprema, esa que les permite alcanzar y traspasar el “océano de
la ilusión”. Esto se ilustra en algunas otras culturas, como por ejemplo en la
budista Zen, con el apelativo de “Gran Ignorante” que se atribuye al maestro
que se ha establecido en el satori, porque después de haber conocido todo lo
que puede conocerse, no se le nota, no se percibe nada extraordinario en él y
sigue pareciendo a los ojos del mundo tan ignorante como la mayoría.
Sesha.
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