18 de noviembre de 2010

DE LOCOS...

Conversar con un advaita parece un diálogo de locos.

- Quiero saber qué estoy haciendo en este mundo – pregunta el visitante.-
El mundo no existe ni usted tampoco – es la respuesta.
Por supuesto, para la gente “normal”, eso es un disparate. Para el advaita, por el contrario, el disparate es la gente normal.
Obsérvese lo que dice Robert Adams:
Puedo aseguraros que no existe tal cosa como Dios. No hay tal cosa como la creación, y no hay tal cosa como el universo. Así que no hay tal cosa como el mundo, y no hay tal cosa como tú. No hay tal cosa como “yo”. ¿Qué queda? ¡Silencio!
¿Cómo se puede entender esto? Aquí está la clave. Esto no es algo para “entender”. No es un asunto para ser pensado y razonado. De ninguna manera es pasto para el intelecto.
Esto es misterio puro.
De manera que alguien se acerca al maestro advaita con el propósito de entender algo y el maestro le responde que no es un asunto de comprensión, sino que lo invita a tirarse al abismo del misterio. Ja.
Dice Wei Wu Wei: “La comprensión esencial es que en realidad nada es. Esto es tan obvio que no se percibe”. Por supuesto. Si nada es, no hay nada (ni nadie) que pueda percibirlo. En consecuencia, eso de la “comprensión esencial” es absurdo. ¿Quién comprende qué cosa?
Perfecto, ¿qué es lo que tenemos entre manos? Misterio puro.
Sin embargo, Juan Aprendiz insiste con sus preguntas. Esto se debe, sencillamente, a que sigue cultivando su vieja costumbre de vivir en un mundo de preguntas y respuestas por separado.
“Ahora bien, ya que tanto te gusta moverte en ese mundo dual – le señala el maestro -, dime qué es el silencio, ¿pregunta o respuesta?
Es un koan, claro. El pobre Juan Aprendiz trata de averiguar si el silencio es pregunta o es respuesta, sin saber que ha caído en la trampa del misterio.

Extraído del libro "El Amor es Todo lo que Hay", de Furia del Lago - Editorial Ananda

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