Ahora bien, la diferenciación del YO-yo es fundamental para avanzar ya que lo que se avecina es sorprendente y ¡revelador!
Si el Yo no necesita nada, entonces, quién es ese que necesita hacer todas las cosas?... El ego (yo).
Es fundamental para cualquier camino que empiece el ser humano aclarar su relación con su pretensión en la acción y saber que de allí se desprenden consecuencias liberadoras o esclavizantes.
La acción es el acto en función de alguien que actúa. Así resulta que todos “actuamos”. Estas acciones se van impregnando de connotaciones de todo tipo: moral, ético, religioso, etc. a través del tiempo y con diferentes etiquetas, de acuerdo al contexto y a quién tenga el poder de juzgar o indultar los actos de los demás. Así aprendemos que podemos ser buenos, malos, justos, injustos, generosos o avaros y representar modelos de todo tipo, aceptados o rechazados por otros.
Por lo anterior algunas acciones tendrán una consecuencia agradable y otras, desagradable. Siempre hacemos cosas que nos den placer y rechazando o haciendo de mala gana las que produzcan displacer. En este orden de ideas establecemos para siempre que entre “yo” y “la acción” hay un literal “interés”, un “enganche propio” que se desprende de nuestra intención de obtener un resultado de cada acción. También se cree que la acción la hago “yo” (el ego), por lo tanto es mía, me identifico con “mí” acción, soy mi acción.
¿Y si no resulta lo que quiero?... Me empeño por que resulte y empiezo a “sufrir” hasta conseguir lo que quiero, o “sufro” si no lo consigo, o “sufriré” si no lo mantengo.
Todo esto relacionado con sufrir (antes-durante o después) tiene un origen claramente mental, porque allí está el “ego” “deseando algo” y tejiendo una serie de acciones que desde el principio y hasta el final lo “encadenan” a un resultado.
Cómo haríamos para liberarnos de sufrir por algo.
Recuerdas que el YO superior, es… ¡libre!
¿Que te parece si tu acción llevara menos “yo”? Ya estuviste practicando decir menos “yo”, “mí” o “mío” al hablar, ¿cierto?
Tarea: Te propongo actuar sin estar sujeto o atado al resultado. Ejemplo: si le das de comer a un niño, solo lo haces ofreciéndole un alimento “divino” sin esperar el famoso “ahora estará sano y fuerte” ya que el efecto se sucederá naturalmente. Actuar orientado hacia algo y a la vez entregado a algo superior, es como aceptando que toda acción se valiera de una fuerza divina y natural para poder existir y ser hecha. Es cierto que cualquier “yo” olvida por completo que para pensar primero necesita existir, ¿cierto? Y que la existencia es un misterio que el “yo” no puede develar, por lo tanto entrega la acción al misterio de la existencia sin convertirte en esclavo del resultado, deja de vivir pendiente de obtener esto, aquello o lo otro. Actúa en confianza sin más rollo y acepta el aprendizaje en la acción con amor. Ofrece toda acción a la vida misma, al aire, al sol, a la tierra, a todo eso que te mantiene vivo y que es ajeno tanto a tu voluntad como a tus deseos e igualmente y de manera desinteresada está allí ¡para ti y para todos!.
Te sorprenderás al darte cuenta, como el miedo, la angustia, el rencor y el apego comienzan a desaparecer progresivamente de tu vida. Porque trascendido el ego, nada de ello existe!
Siempre juntos. Siempre positivos
Marcelo dos Santos
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