16 de noviembre de 2009

CREER EN DIOS ES NEGAR A DIOS


Esto es el Misterio innombrable. Pero, aun así, le ponemos un nombre.
Y después de ponerle más de mil nombres al innombrable Misterio, nos convencemos de que esos nombres constituyen la realidad. Entonces, acoplamos nuestra vida a esta realidad y nos olvidamos de que los nombres eran sólo algo arbitrario que había producido la mente.
Después, nos sentimos torturados por los nombres. Nos quedamos atrapados en las polaridades y nos debatimos entre los pares de opuestos: el bien y el mal, el amor y el odio, la riqueza y la pobreza, la belleza y la fealdad, lo sagrado y lo profano. Aunque esta cárcel es obra nuestra, no nos damos cuenta de que la hemos construido nosotros mismos.
A la mente no le interesa el Misterio, porque el Misterio no puede ser un objeto cognoscible ya que es justamente de donde brotan todos los objetos cognoscibles -es la vacuidad que origina toda forma de vida y sin la cual nada puede existir-. Da igual que lo llames Tao, Dios, Espíritu, Conciencia, Vida, que no lo llames de ningún modo o que niegues su existencia -esa negación no es más que Ello negándose a Sí mismo-. Ello no necesita de ninguna prueba. ¿Por qué? Porque este momento existe. Tú estás aquí, ahora. Eso, y sólo eso, es Dios. No hay ninguna necesidad de creencia. Creer en Dios es negar a Dios. No es necesario creer en algo cuando ese algo te está mirando directamente a los ojos.
Cuando uno toma conciencia de todo esto, ¡qué silencioso se vuelve todo! Todo el ruido mental se acalla y es percibido tal y como es verdaderamente: una realidad falsa, un espejismo y nada más. Dejas de ser una persona -no eres ni hombre ni mujer, ni inglés ni americano, ni blanco ni negro, ni hindú ni cristiano, ni musulmán ni ateo, ni rico ni pobre, ni bueno ni malo, ni feliz ni infeliz-. No eres nada de eso. No eres ni el cuerpo ni la mente. Esos pies no son tuyos, ni esas manos, ni esas piernas. La cara no te pertenece. La cabeza sigue en su sitio, pero no te pertenece. Ni ojos, ni lengua, ni nariz, ni garganta, ni corazón: ninguna forma en absoluto. Antes de ser todas esas cosas eres. Eres conciencia, consciencia: un espacio abierto, una inmensidad en la que se permite que surja el mundo. En Esa infinitud que eres, brota un mundo finito. Así de esencial eres.
Eres la propia Vida y no un individuo desvinculado de la totalidad. Todas las cosas y Tú constituis una unidad, y todas las cosas son manifestaciones de Ti. Surge el espejismo de la individualidad, pero es una manifestación que tu no provocas. No es personal y tampoco hace falta negarla. Está ahí. No es necesario negar el yo.
El yo surge. Pues que surja. Después de todo, es un espejismo, algo que los pensamientos construyen. Tú eres el espacio abierto en el que lo construyen. No estoy jugando con las palabras: así es como todo funciona realmente. Si lo deseas ponte a buscarte ahora mismo. Medita acerca de ello. Regresa a la experiencia presente (eso sí que es meditar). ¿Has encontrado algo consistente que se llame "yo"? ¿Existe alguna clara distinción entre tú y lo que no eres tú? ¿Dónde está esa línea divisoria? ¿Estás contenido en el cuerpo?, ¿o es que el cuerpo surge en ese espacio que tú eres?
Regresa a la experiencia presente. Sin tomar el pasado como referencia, ¿puedes saber quién eres? ¿Estás capacitado para decir quién eres, realmente?
¿Esto es agotador! Intentar nombrar a lo innombrable, describir lo que precede a cualquier explicación, decir lo inexpresable con palabras.
Lo cierto es que no hay nada que decir. El silencio es la única forma de abordarlo. Cuando se alcanza este punto, todas las palabras son puro ruido -ruido para llenar el silencio que precede a cualquier ruido y que lo abraza. ¿Por qué lo prestamos tanta atención al ruido? ¿Qué tiene de malo el silencio?

JEFF FOSTER (La Vida Sin Centro)
Publicado en el Blogs Wu Wei's Corner

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