"La pequeña Rae está
creciendo y voy a su fiesta de cumpleaños con un regalo", dije al halcón.
Tuve una extraña sensación al decir voy y pequeña y cumpleaños después de
hablar con el colibrí y el búho y el águila, pero lo dije así para que el
halcón comprendiese. Debajo de nosotros, a lo lejos, se derramaba el desierto,
y al fin dijo: - "Mira, entiendo muy poco de lo que dices, pero lo que
menos entiendo es crecer". - "Por supuesto, crecer", respondí.
"Rae está más cerca de ser adulta, un año más lejos de ser una niña.
¿Acaso eso es tan difícil de entender?" El halcón aterrizó por fin en una
playa desolada. - "¿Un año más lejos de ser una niña? ¿Eso no suena como
crecer?" Y elevándose en el aire, partió. Yo sabía que la gaviota era muy
sabia. Mientras volaba con ella pensé con sumo cuidado y elegí las palabras de
modo que, cuando hablara, ella supiese que yo estaba aprendiendo. -
"Gaviota", dije por fin, "¿por qué vuelas conmigo a ver a Rae,
cuando en verdad sabes que ya estoy con ella?" La gaviota descendió sobre
el mar, sobre las colinas, sobre las callas y suavemente aterrizó en tu azotea.
- "Porque lo importante",
dijo, "es que tu sepas esa verdad. Hasta que la sepas, hasta que
verdaderamente la comprendas puedes mostrarla sólo de maneras más pequeñas, y
con ayuda externa de máquinas y personas y aves. Pero recuerda",
agregó, "que el ser desconocida no
impide que la verdad sea verdadera". Y partió. Ahora es tiempo de
abrir tu regalo. Los obsequios de latón
y de vidrio se gastan en un día y desaparecen. Pero yo tengo un regalo
mejor para ti. Es un anillo para que lo uses. Centellea con una luz especial y
nadie puede quitártelo; no se lo puede destruir. Eres la única en el mundo
entero que puede ver el anillo que hoy te entrego, tal como yo fui el único que
pude verlo cuando era mío. Tu anillo te
otorga un nuevo poder. Usándolo puedes elevarte en las alas de todas las aves
que vuelan... Puedes ver a través de sus dorados ojos, puedes tocar el viento
que sopla por entre sus aterciopeladas alas, puedes conocer el júbilo de llegar
muy alto sobre el mundo y todas sus preocupaciones. Puedes permanecer cuanto
quieras en el cielo, después de la noche, durante la salida del sol, y cuando
tengas ganas de bajar otra vez tus preguntas tendrán respuestas y tus angustias
habrán desaparecido. Como cualquier cosa que no se puede tocar con las
manos ni ver con los ojos, tu regalo se torna más poderoso a medida que lo
usas. Al principio podrás usarlo solamente cuando estés en el aire libre,
observando al pájaro con el que vuelas. Pero más tarde, si lo usas bien,
funcionará con aves a las que no puedes ver, y al final comprobarás que no
necesitas anillo ni pájaro para volar sola sobre el silencio de las nubes. Y
cuando ese día te llegue, debes dar tu regalo a alguien que sepas que lo usará
bien, y que pueda aprender que las
únicas cosas que importan están hechas de verdad y alegría y no de la latón y
vidrio. Rae, esta es la última fiesta que celebraré contigo, después de
haber aprendido lo que me enseñaron nuestros amigos, los pájaros. * No puedo ir
a estar contigo porque ya estoy allí. * No eres pequeña porque ya has crecido,
jugando entre los momentos de tu vida como lo hacemos todos, por la diversión
de vivir. * No tienes cumpleaños porque siempre has vivido; jamás naciste y
nunca morirás. No eres hija de las personas a quienes llamas madre y padre,
sino su compañera de aventuras en una luminosa jornada para comprender las
cosas que son. Cada regalo de un amigo
es un deseo de felicidad, como este anillo lo es para ti. Vuela libre y dichosa
más allá de los cumpleaños y a través de la eternidad, y nos encontraremos
alguna que otra vez cuando lo deseemos, en medio de la única celebración que
jamás puede terminar.
Richard Bach