Aunque
soy viejo -repuso Govinda-, no he dejado de buscar. Jamás dejaré de hacerlo:
ése parece ser mi destino. Y creo que tú también has buscado. ¿Quieres darme un
consejo, venerable?
Siddharta
declaró:
¿Qué
podría decirte, venerable? Quizá que has
buscado demasiado. Que de tanto buscar, no tienes ocasión para encontrar.
¿Cómo
es eso? -preguntó Govinda.
Cuando
alguien busca -continuó Siddharta-, fácilmente puede ocurrir que su ojo sólo se
fije en lo que busca; pero como no lo halla, tampoco deja entrar en su ser otra
cosa, ya que únicamente piensa en lo que busca, tiene un fin y está obsesionado
con esa meta. Buscar significa tener un objetivo. Encontrar, sin embargo,
significa estar libre, abierto, no necesitar ningún fin. Tú, venerable, quizás
eres realmente uno que busca, pues persiguiendo tu objetivo, no ves muchas
cosas que están a la vista.
Todavía
no te comprendo muy bien -objetó Govinda-. ¿Qué quieres decir?
Y
Siddharta contestó:
Hace
tiempo, venerable, hace muchos años, que ya estuviste aquí una vez, junto a
este río, y en su ribera hallaste a una persona durmiendo; entonces te sentaste
a su lado para velar su sueño. Pero no reconociste a la persona que dormía,
Govinda.
Sorprendido,
y como hechizado, el monje miró a los ojos del barquero.
¿Eres
tú, Siddharta? -preguntó con voz temblorosa-. ¡Tampoco esta vez te habría
reconocido! ¡Te saludo de corazón, Siddharta, y me alegra profundamente
volverte a ver! Has cambiado mucho, amigo ... ¿Así que te has convertido en
barquero?
Siddharta
sonrió amablemente.
Pues,
sí, en barquero. Hay que cambiar mucho, Govinda. Hay quien debe llevar muchos hábitos, y yo soy uno de ellos, amigo. Sé
bien venido, Govinda, y quédate esta noche en mi choza.