5 de agosto de 2017

POR QUÉ “SER BUENO” PUEDE RESULTAR AGOTADOR

Al ser sensibles, empáticos, nos resulta fácil ver lo mejor de la gente. Sin esfuerzo miramos más allá de la máscara, de la fachada, de la personalidad, del ego, miramos lo sagrado en el interior de los demás.
Con mucha facilidad vemos su dolor, sus decepciones, sus anhelos más profundos, incluso cuando nos atacan verbalmente, cuando nos humillan o cuando nos ignoran por completo. Nos resulta difícil juzgar, porque nos vemos a nosotros mismos también. Pueden burlarse, juzgarnos o criticarnos. Pueden humillarnos, insultarnos. Pueden ofendernos, no escucharnos, pisotearnos, diagnosticarnos, bloquearnos en sus corazones. Pueden rechazarnos a nosotros y a nuestro camino. Pueden anularnos, o reprimirnos. Sin embargo, los abrazamos con empatía. Entendemos sus necesidades, sus sentimientos, sus penas. Sentimos el dolor que no son capaces de sentir. Vemos su bondad subyacente, aunque su comportamiento sea menos que consciente. ¡Somos rápidos para perdonar! Nuestra tendencia, al ser empáticos, es ignorarnos a nosotros mismos en favor del “otro”. El “otro” es a quien tendemos a enviar nuestra atención amorosa.  Llamamos a esto ‘altruismo’. ¡Y puede resultar agotador!
Tal vez como niños aprendimos que nuestra propia experiencia de primera mano en tiempo real no era válida, o confiable, o ni siquiera real. Aprendimos a desviar la atención de nosotros mismos para volvernos cuidadores, apoyadores, terapeutas, sanadores, salvadores, a muy temprana edad. Era una cuestión de supervivencia. Ser egoísta era morir, psicológicamente. Hacer feliz al otro era una cuestión de vida o muerte.
Cuido del otro, y estaré bien. Brindo apoyo al otro, sin importar lo mal que me trate, sin importar qué tanto confunda las cosas.
Aprendimos que: El amor significaba necesitar y ser necesitado. El amor era condicional. El amor era impredecible. El amor era algo por lo que teníamos que luchar, mendigar; que teníamos que abandonarnos y anularnos por él. El amor era algo que teníamos que dar para poder recibirlo; que no nos llegaba en forma natural, que teníamos que ganárnoslo siendo niñas o niños “buenos”.
Después, permitimos que los demás pasaran por encima de nosotros, que ignoraran nuestro propio dolor, reprimiendo nuestra verdadera voz, y luchando por ser perfectos, intentando ser buenos, espirituales, compasivos y tratando de estar “bien”. Creímos que éramos “altruistas”, pero realmente, en el fondo, seguíamos luchando por nuestras vidas. Tal vez atrajimos amigos, amantes y compañeros que no eran capaces vernos, que no entendían o que no les gustaba nuestra sensibilidad, que no estaban interesados en nuestros sentimientos y necesidades más profundas. Compañeros a quienes tuvimos que cuidar, incluso salvar. Compañeros que no eran compañeros, en el sentido profundo de la palabra. Compañeros que simplemente estaban en un camino diferente. En el fondo, no nos sentimos realmente amados, pero no sabíamos hacerlo de otra manera. Teníamos nuestro modelo de lo que era el amor, y se sentía “seguro”.
Aquí hay una invitación para comenzar a romper el ciclo de la adicción a la felicidad de los demás, la adicción a sentirnos necesitados, la adicción a buscar amor donde no se puede encontrar. ¡Hoy, deja que todo el mundo se encargue de su propia felicidad! Descubre la felicidad dentro de ti. Descubre tus pies en el suelo, tu respiración conforme sube y baja. Descubre este profundo abrazo interno a tus pensamientos y sentimientos; este amor que abraza la alegría tanto como el dolor, la dicha como el aburrimiento. Descubre la emoción de recorrer tu propia senda, caminando en lo Desconocido, degustando tu propio sabor.
No puedes hacer felices a los demás, pero puedes inspirarlos a través de vivir tu propia felicidad más plenamente. Puedes ser una llama que encienda a otros en lugar de buscar desesperadamente que otros la enciendan. En la mayoría de los casos, estarías esperando por siempre. Detén la espera. Comienza a vivir. A veces tienes que ser más egoísta para ser realmente “altruista”. Tan egoísta que dediques toda tu vida a resplandecer majestuosamente, inspirando a los demás en lugar de tratar de arreglarlos, esperando en vano que el amor fluya hacia ti. Sé empático, sí, escucha atentamente, sí; comprende el dolor de los demás, sí; pero recuerda, no tienes que arreglarlos. Y tu dolor también importa. Y no estás mal al esperar que tus sentimientos y necesidades sean reconocidos. Mereces empatía también. Mereces amor. Mereces ser escuchado. Siempre lo has merecido. Eres valioso. Ya no tienes que probar tu valía una vez más. Así que hoy, regálate una amable y empática atención. Inunda de amor cada parte de ti; comprométete a no abandonarte más en nombre del “amor”, en nombre del “altruismo”, en nombre de “ser bueno”. Porque el amor no es algo que debas mendigar o ganar; es lo que irradias desde tu interior.
Jeff Foster
Fuente: Jeff Foster en español (Facebook)

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